El tsunami que se llevó a Víctor do Basaldua no era del mar

Somos Mar REDACCIÓN/ LA VOZ

OBITUARIOS

Víctor do Basaldua, en una imagen de archivo
Víctor do Basaldua, en una imagen de archivo C.

Curtido en el duro Gran Sol, patrón y armador, falleció a los 56 años como vivió: luchando

16 dic 2022 . Actualizado a las 09:05 h.

Sabía que el respeto que ellos sienten por el mar no es mutuo, pero tampoco le tenía miedo. A fuerza de vivir y pelear por ese mundo de la pesca que tanto le apasionaba, la salitre que impregnaba su piel y su alma eran parte de su esencia personal. Cuentan quienes lo conocían que navegaba por la vida con la misma curiosidad y rebeldía con la que capeó cientos de temporales. Marinero de raza, conversador impenitente, se curtió en los legendarios y duros caladeros de Gran Sol como patrón y armador. Logró superar grandes olas, pero no pudo con el cáncer, un tsunami que se lo llevó a los 56 años.

A Víctor Manuel Novo Rodríguez lo conocían como Víctor do Basaldua, el nombre del pesquero con base en Celeiro (Viveiro) con el que trabajó en aguas comunitarias parte de los últimos veintinueve años. Desembarcó hace alrededor de dos, poco después de que le diagnosticasen una cruel enfermedad con la que peleó hasta que este 14 de diciembre le arrebató la vida. Familiares, amigos y colegas le dieron su último adiós este jueves, en Cariño (A Coruña), donde nació y residía.

Quienes lo trataban de cerca recuerdan cómo les contaba que quedó huérfano siendo muy joven. Cogió el timón del barco familiar y su primera gran apuesta por la pesca la ganó cuando a los 27 años se construyó el Basaldua, ese buque de 27 metros de eslora con el que lo identificaban en el mar y en los puertos donde operaba. Primero faenaba al palangre de fondo, los famosos pincheiros, y desde hace un tiempo a la volanta de fondo. Puerto de Celeiro era su base y una referencia profesional en la que deja muy buenos amigos.

A Víctor do Basaldua le reconocen colegas y gestores del sector haber sido el impulsor de la lucha que hizo posible la asignación individual de cuotas a los barcos más pequeños de Gran Sol, los de menos de 100 TRB. Tras largas gestiones y negociaciones, permitieron que esos derechos de pesca pasasen de las cofradías a los armadores. Quienes le aprecian comentan que se han ido su cuerpo y sus incansables ganas de conversar y de compartir, pero su recuerdo permanece en sus memorias.