Ay, mañana, Lázaro Candal

OBITUARIOS

24 ago 2023 . Actualizado a las 16:02 h.

Este miércoles A Coruña y Venezuela dijeron adiós al rostro y, sobre todo, a la voz inconfundible de los Mundiales en el país sudamericano.

Lázaro Candal fue el guía de millones de espectadores en 32 años y diez Campeonatos del Mundo. Kempes y Ronaldo. Maradona y Zidane. Bebeto e Iniesta. Candal acompañó con sus narraciones todas sus gestas. Y lo hizo con un estilo inconfundible.

Él no necesito ni brainstorming ni reuniones de contenidos. Su mente era un torrente inagotable de chascarrillos, apodos y otras ocurrencias, todas ellas fruto de la más sincera improvisación, que marcaron a varias generaciones de venezolanos. El «Curru-cucú Paloma» con el que rebautizó al equipo de la Unión Soviética o su inolvidable «¿Qué hiciste, papaíto?», con el que clamó ante un fallo garrafal. Es irónico, porque de un error nació su dicho más popular, que le dejó el «papaíto» impreso en su propio nombre. También otro clásico: «¿Y mañana? ¡Aaaaaay mañana!». La fuerza de su voz, la expresión de su cara. No necesito más que el énfasis de ese «ay» para anticipar que, en efecto, mañana se jugaría un partidazo.

En un encuentro el balón fue a parar a un sector repleto de hinchas británicos, algunos de ellos ebrios. Tras perder de vista el esférico, Candal preguntó dónde estaba el balón. «Se lo están bebiendo», contestó Alfredo Di Stefano. La saeta rubia fue su compañero de viaje en varios Mundiales, ese torneo en el que el argentino, campeonísimo de la vieja Copa de Europa, apenas llegó a destacar. Sí lo hizo a la vera de Papaíto. Fueron un tándem que se mantenía fuera del micrófono. «Era un ser extraordinario, magnífico», decía de él Lázaro, ya retirado y de regreso a A Coruña.

El sentido del humor era un nexo común entre ambos. Candal se reía de la vida. Tanto, que hasta le presentó a Di Stefano a su secuestrador, Paúl del Río. Todo quedó en una anécdota e incluso el argentino se llevó un regalo del hombre que le raptó años atrás.

Lázaro Candal llevó el deporte, y sobre todo el fútbol, a otro nivel. Por el balompié llegó precisamente a Venezuela, tras dejar A Coruña con una escala esencial en Costa Rica. Trabajó en un periódico, El Mundo, en el que encumbró el talento del continente con un galardón similar al Balón de Oro, que anteriormente solo se concedía a jugadores de Europa. Unió lazos con su querido Deportivo, que jugó varias veces en Venezuela. E incluso llegó a recomendarles jugadores. Cómo habría disfrutado Riazor de Juan Arango, un tirador de faltas de escándalo que acabó luciendo su golpeo en Mallorca.

Prensa escrita —incluidas sus colaboraciones con este periódico—, radio, televisión. Hasta se hizo un blog y Twitter. Hoy sonarán de nuevo sus narraciones en TikTok. Tal es el legado de un gallego que montó un espectáculo, cómplice del césped, desde su cabina.