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La marca del obradoirismo

Manuel García Reigosa
M. G. Reigosa SANTIAGO / LA VOZ

ANDAR MIUDIÑO

La afición del Obradoiro, además de por su fidelidad, se significa por su singularidad.
La afición del Obradoiro, además de por su fidelidad, se significa por su singularidad. álvaro ballesteros< / span>

Las iniciativas de la afición sorprenden por su variedad y su originalidad

12 feb 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

La estabilidad de un club se mide por el rigor de sus cuentas y la clasificación de su equipo, pero la grandeza va más allá de la frialdad de las cifras para adentrarse en facetas que no se reflejan en los balances ni en los marcadores, que tienen más que ver con el alma. La del Obradoiro, sin duda, late con acento propio, como un tictac de mil matices, los que hace sonar su afición.

Igual que se distingue entre macro y microeconomía, cabe diferenciar las magnitudes colectivas y las manifestaciones individuales. El obradoirismo ha respondido a desafíos como el verse en la ACB de la noche a la mañana, digerir un descenso, regresar a la élite al primer intento, lograr la permanencia y completar la conversión en sociedad anónima en el contexto económico más adverso.

Pero si hubiese que trazar el perfil microeconómico de la afición, seguramente ningún otro club aporta tantos ejemplos y tan variados, todos en la misma dirección, sumando.

En el universo de los blogueros, hay dos que difícilmente pasan inadvertidos. Jacobo Rey no paró de alimentar el denominado El Obra tiene Historia, ni siquiera en los años de travesía judicial. Rescata episodios y protagonistas de otras etapas que han dejado huella.

Obradoirobasketfoto es una iniciativa de otro aficionado, José Rodríguez, más conocido como Fruqui, que recoge todas las canastas que anota el equipo en los partidos de Sar. Y, si puede acudir a algún desplazamiento, también. Cada vez que el balón entra en la red, se gira y retrata el marcador. Así, no hay fallo.

Que las derrotas animen a ampliar lazos no suele ser habitual. Pero hace un año, en el peor momento del colectivo, después de cuatro derrotas seguidas en Sar, surgió a través de Twitter una iniciativa que ha acabado cuajando. Un puñado de aficionados lanzaron una convocatoria abierta bajo la denominación canhadoiro. Desde entonces, en las semanas en las que el equipo juega en Sar, el jueves es día de cañas para los seguidores que quieren compartir inquietudes y charlas.

En ocasiones, han contado con la presencia de jugadores o del propio entrenador, Moncho Fernández, que participaron en las conversaciones como si de un hincha más se tratase.

El canhadoiro tuvo una evolución hacia el cenadoiro, que el pasado fin de semana celebró su segunda edición. La misma filosofía, pero con mesa y mantel.

En ambas convocatorias hay un nombre propio que es hilo conductor: Tonecho Lorenzo, historia viva del club, como puede serlo Emiliano en el Real Madrid, Epi en el Barça o Tito Díaz en el Breogán. Siempre aportando, con discreción.

Seguidor desde las redes

En las redes sociales se ha asentado un seguidor que es como el radar audiovisual del club. No hay partido, reportaje o entrevista que se le escape. Y deja los enlaces para quienes quieran consultarlo.

Lo que empezó siendo un juego de otro aficionado con sus hijos, ha terminado por calar en las redes y entre los propios jugadores. El seguidor, conocido en el obradoirismo como Amio Cajander, hacía cada semana un cromo de uno de los integrantes de la plantilla para que sus vástagos los fuesen coleccionando. Las estampas cobraron popularidad, hasta tal punto que Andrés Rodríguez utiliza la suya como avatar en twitter, y Salah Mejri en Facebook. por otra parte, Rosmadoiro es una etiqueta, un movimiento difícil de clasificar, que se ha consolidado haciendo del murmullo chascarrillo. El «Moncho, pide tempo» o el «era visto» son dos de los más celebrados.

Que un armonista como Marcos Coll (residente en Berlín) se tatúe el escudo del Obra en un brazo no es habitual. Y que en uno de sus conciertos en Santiago saque al escenario a Kendall, tampoco.

Y encontrar en Sar a un aficionado, histórico, que partido sí partido también acude con la camiseta de Massey (probablemente el mayor caradura que pasó por el equipo) es algo que solo tiene cabida en el recinto santiagués. Sobre todo al calor de la explicación del hincha en cuestión: «Oiga, que é o xogador máis caro da historia do clube». Puro obradoirismo. Utopismo posibilista.