El vigués, que debutó con el Racing en el fútbol profesional con 21 años, solo tres después de jugar en Tercera División, firma un ascenso por temporada
17 ago 2023 . Actualizado a las 04:14 h.Sábado, 27 de mayo del 2023. Un grupo de jóvenes accede al estadio de A Malata con sus camisetas verdes y unas caretas con el rostro de un chaval de 20 años. Portan, además, una cartulina en la que se puede leer: «2019, Juvenil de División de Honor; 2020, Tercera División; 2021, Segunda Federación; 2022, Primera Federación; 2023, fútbol profesional». Al lado de cada categoría, un escudo y una marca de chequeo. Los bulliciosos hinchas, cuyo acento los delata como sureños, resumen lo que ha sido la vida de Brais Martínez (Vigo, 13 de diciembre del 2001), el joven lateral izquierdo del Racing al que en su día el Celta no quiso fichar, porque «no tenía pies» y que el sábado vio cumplio su sueño de debutar en el fútbol profesional.
Introvertido, hogareño y buen estudiante. El hijo que todo padre desearía y al que Luis y Chiqui inculcaron desde niño la prioridad que en la vida debían tener los libros. «Siempre le dije que no iba a vivir del fútbol, que siguiera disfrutando hasta donde pudiera y que lo más importante era eso: estudiar», explica el progenitor. Él respondió con un buen expediente académico incluso a nivel universitario. A pesar de compaginar el fútbol con la universidad, consiguió sacar un 11 en la ABAU y aprobar diez asignaturas en primero de Ingeniería Química Industrial y el B2 de inglés.
Menor de dos hermanos —Antía tiene 23 años—, Brais Martínez siempre tuvo un balón en su cabeza. Aunque técnicamente no fue nunca de sobresaliente, suplantó esta carencia con un fuerte espíritu competitivo, sacrificio y compromiso. Pero estas cualidades no fueron suficientes para que el Celta, que lo tenía entrenándose a pocos kilómetros, lo fichase. Ni cuando jugaba en el Val Miñor —desde los 3 a los 18 años—, ni en el Alondras. Y eso que Álex Villar, su entrenador en el club nigranés, habló de él más de una vez a los técnicos celestes: «Yo lo tuve los tres años de juvenil. El primero ya lo alineé División de Honor. Lo hice para que se fogueara, pero agarró la titularidad y no la soltó. Era constante, trabajador, superconcentrado e inteligente. Sabía que con el balón en los pies no era brillante, se mentalizó de que podia ser un gran defensor y se especializó en ello. Me parecía tan bueno que hablamos con los del Celta, pero no no dieron el paso. Decían que no manejaba bien el balón, que no tenía pies».
Este episodio no deja de sorprender a Jorge Otero, su entrenador en el Alondras —con anterioridad, también en el Valmiñor— y padre de uno de los integrantes de la pandilla de Brais.
«No es muy alto, pero tiene una suspensión tremenda. Además, es muy valiente. Cuando era pequeñito me sorprendía por lo bien que iba de cabeza. Normalmente, a los niños siempre les cuesta. Pero él la metía aunque fuera en un avispero. Me acuerdo de centrales de muchísima más envergadura, a los que les ganaba la partida por alto. Dada su juventud, estoy seguro de que, si nada se tuerce, va a ser seguido por equipos de Primera y se le presentará alguna oportunidad», explica sobre el futbolista, que acaba contrato el 30 de junio y debe negociar su renovación.
«Es el jugador que a todo entrenador le gusta —prosigue— porque no es un 10 en nada, pero sí un 7 en todo. Estamos acostumbrándonos a que todos los centrales tienen que ser Beckenbauer y no valoramos la capacidad defensiva. A él eso le pesó», subraya.
Así, transcurrió la vida de Brais en el eje de la zaga hasta que en el verano del 2021, después de haber pasado de juveniles a Tercera el anterior, José Luis Lemos lo fichó para el Bergantiños en Segunda Federación. El técnico entendió que sus 175 centímetros de altura encajaban mejor en el lateral que en el centro y lo reubicó.
Fue el impulso que necesitó para que el Racing lo viese y lo incluyera un ejercicio después en su proyecto para ascender a Segunda. La lesión de Pumar supuso una ocasión de oro para ganarse un puesto que no parece dispuesto a soltar ni en Segunda. El futuro es suyo.
«El año pasado nos regaló una camiseta a cada amigo»
Pocos futbolistas tienen un grupo de seguidores tan incondicionales como los de Brais Martínez. El vigués recibe la visita en A Malata de los integrantes de su pandilla cada quince días. Pero, no conformes con eso, sus amigos también acompañan al equipo a algún partido en el que actúa como visitante. Por ejemplo, el próximo domingo, día en el que el Racing juega, a partir de las cinco de la tarde, en Oviedo.
«A mí me cuesta más, por motivos laborales y futbolísticos. Pero el resto de la pandilla están pendientes de que abran el plazo para hacerse abonados. Su intención es subir bastante hasta Ferrol», comenta Edi Valverde, hijo del conocido técnico vigués, Fonsi Valverde y uno de los integrantes de la pandilla de Brais.
Es el apoyo de su clan. Ese al que el lateral verde respondió la pasada campaña regalando camisetas. Una para cada integrante del grupo. «Hay que reconocer que tuvo que dejarse una pasta», enfatiza Edi. Un detalle más de un joven que siempre se ha mostrado generoso con los que lo rodean. «Al acabar la temporada nos fuimos de vacaciones al Algarve y él corrió con algunos gastos. Con el dinero, no escatima a la hora de compartirlo con nosotros», subraya su amigo. También su familia disfrutó de su bondad: «Cuando ganó su primer sueldo con el Racing nos llevó a todos a comer. Así lo celebramos», recuerda su progenitor.
Un desastre en la cocina
Fanático de la playa, aficionado a la Play y no excesivamente activo en redes sociales —solo tiene Instagram (@ braismartinez_)—, el defensa racinguista hizo de pequeño sus pinitos en el mundo de la música. «Quisimos que aprendiera y lo apuntamos a un taller. No se le daba mal. Pero no llegó a escoger ningún instrumento, puesto que prefirió volcarse con el fútbol, donde hay que reconocer que ya destacaba», comenta su padre.
Menos ducho se muestra el vigués con las tareas del hogar. Lo sufrió Yelco Alfaya, compañero en el Bergantiños con el que compartió piso en Carballo: «En la cocina era un desastre. Yo, que me encanta cocinar, siempre le decía: ‘El día que encuentres novia y vayas a vivir con ella, te deja en dos días’».
Al igual que su familia y sus amigos, el ahora extremo del Ourense destaca el carácter introvertido de un Brais que también tiene su punto de simpatía, lo que le valió el apodo de Ballantines: «Le quedó porque cuando pillamos el piso, bajó a comprar y apareció con una fregona, un cubo y una botella de whisky. Cuando mostré mi sorpresa me responde: ‘Es mejor tener una siempre a mano’. Y eso que apenas es de salir».