
El conjunto deportivista suma 23 de sus 42 puntos como visitante
28 mar 2025 . Actualizado a las 17:13 h.«Muere lentamente quien no sueña», escribió Pablo Neruda. Y aquí, en este córner del país en el que se acaba el mar y en el que se canta que perder es lo normal, seguimos soñando, quienes nos negamos a confundir respirar con vivir, en ese sueño de los todavía posibles 53 puntos que nos mantiene en pie, que nos alienta y que nos empuja a creer que el primer día de junio aún se puede escribir un final distinto y lleno de esperanza.
?? Óscar Gilsanz.
— RC Deportivo (@RCDeportivo) March 28, 2025
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Un sueño al que se aferra toda una ciudad. Ferrol entero se ha volcado y su gente, su fiel afición, ha agotado las entradas cuatro días antes del próximo encuentro, sabedores de que A Malata no es solo un estadio: es un corazón que late fuerte, que se entrega, que vibra con cada jugada y que, una vez más, va a demostrar en la adversidad que, cuando el amor es verdadero no hay lugar para la indiferencia, solamente para la entrega incondicional.
Aterriza en Ferrol el único conjunto de la categoría que puede mirar al pasado con el orgullo de haber logrado un Campeonato de Liga de la máxima categoría. El Deportivo de La Coruña, una institución con alma, historia y cicatrices, llega a A Malata con la mochila cargada de recuerdos gloriosos y cuentas pendientes, ya que en sus tres últimas visitas al feudo ferrolano, saldadas con una derrota y dos empates, no logró alzarse con la victoria, ni siquiera conseguir un gol que silenciara esta tierra que respira fútbol y pasión.
Un Deportivo que nos ha demostrado que la realidad puede superar, con creces, el mejor de los sueños. Campeones de Liga, dueños de dos Copas del Rey, tres Supercopas de España y, especialmente, herederos de una afición que ha sido siempre su jugador más fiel y su mejor refugio en la tormenta. Una afición que ha cruzado fronteras y emociones, del ensueño de Múnich al vértigo de Milán, dinamitando centenarios ilustres y acompañando siempre desde la épica hasta la caída, incluyendo en el recorrido Tarazona cantando entre lágrimas y resistiendo con el corazón. Una hinchada que nos ha dejado momentos eternos, como el abrazo de consuelo y de nobleza infinita a Miroslav Djukic tras aquel penalti errado que tanto nos dolió a todos o aquellos cánticos de dignidad, consuelo y orgullo que brotaron desde sus gradas tras los descensos ante Valencia y Real Sociedad, demostrando que hay sentimientos que no entienden de categorías, solo de fidelidad.
El conjunto herculino, fiel a la esencia del modelo que les devolvió a categoría profesional, ha sabido inyectar una dosis de ese sentimiento de pertenencia que tantos puntos supone a lo largo de la competición, con la incorporación del técnico Óscar Gilsanz, tras la destitución de Imanol Idiakez, y la presencia continuada en el once titular de hasta cuatro jugadores formados en la entidad y cuya aportación en el campeonato está resultando absolutamente decisiva.
Actualmente en la decimocuarta posición de la tabla clasificatoria, el Deportivo acumula cinco jornadas sin conocer la derrota, computándose con empates las tres últimas jornadas, y con el llamativo dato de haber sumado cuatro puntos más lejos de Riazor que en su propio estadio, lo que le sitúa como tercer mejor conjunto visitante de la categoría. Es el conjunto menos amonestado de la categoría, pareciendo confundirse en el fútbol actual los términos educación con debilidad, al haber salido perjudicado en las últimas jornadas por decisiones arbitrales difíciles de explicar en su contra y no corregidas por el sistema VAR, demasiado acostumbrado en esta categoría a hacer acto de presencia cuando no se le requiere y a esconderse cuando más se le necesita.
En el mercado invernal, el club se ha movido con determinación para reforzar su plantilla, incorporando al lateral izquierdo Nemanja Tosic, al medio centro Denis Genreau, al extremo Diego Gómez, tras su cesión al Arenteiro, y el delantero Zakaria Eddahchouri, con el fin de paliar la baja de Davo y la extraña salida de Lucas Pérez, cuya partida ha dejado un vacío difícil de llenar, ya que no solo era su capitán y líder del vestuario, era el alma de Riazor, el mismo que decidió voluntariamente descender dos categorías para cumplir el sueño, suyo y de toda la ciudad, de devolver a la entidad al lugar que, históricamente, le corresponde.
SISTEMA DE JUEGO
1-4-2-3-1, con once habitual que, salvo imprevistos, se recita de memoria
Desde su llegada al primer equipo, Óscar Gilsanz no solo ha aportado serenidad y coherencia al proyecto deportivista, sino también una idea reconocible, una identidad construida desde la constancia y la confianza en un sistema de juego que ya forma parte del ADN del equipo: el 1- 4-2-3-1. Una estructura que se ha ido asentando jornada a jornada y que, en las últimas fechas, ha ofrecido un once que los suyos recitan de memoria, con la solidez de Helton Leite en portería, línea defensiva para el recorrido de Ximo Navarro y Rafa Obrador en laterales, la omnipresencia de Pablo Vázquez, acompañado del rigor de Pablo Martínez o la templanza de Dani Barcia en el centro de la zaga. En sala de máquinas, el equilibrio lo ponen Diego Villares y José Ángel Jurado, bandas para la verticalidad de Yeremay Hernández en izquierda y la electricidad de David Mella en derecha, la creatividad de Mario Soriano para poner luz en la media punta y Zakaria Eddahchouri para perseguir el gol como referencia ofensiva.
No obstante, la baja por sanción de Ximo Navarro y las lesiones de Rafa Obrador y Sergio Escudero obligan a replantear el guion, asomando como opciones naturales Álex Petxarromán y Nemanja Tosic para formar parte del once inicial, sin descartar soluciones amparadas en la versatilidad de Diego Villares, en la adaptación de Pablo Martínez a una posición que no le resulta extraña o en la apuesta por jóvenes talentos de la cantera bien conocidos por Gilsanz y con el hambre de gloria disparada de quien sueña con debutar. Apuestas más osadas, como la llevada a cabo en el encuentro de la primera vuelta, ubicando a David Mella en el flanco defensivo izquierdo, parecen en este momento más improbables.
A lo largo del campeonato, esta idea de equipo ha sido enriquecida con la aportación de Germán Parreño bajo palos, Jaime Sánchez en el centro de la defensa, Nuke Mfulu y Denis Genreau proporcionando solidez al centro del campo, el lesionado Juan Gauto y Diego Gómez desplegando talento en bandas, Hugo Rama y Charlie Patiño sumando calidad a la media punta e Iván Barbero, Cristian Herrera y Mohamed Bouldini ofreciendo perfiles diferentes como referencias ofensivas.
ESTILO DE JUEGO
Búsqueda constante del desequilibrio en duelos individuales
El Deportivo de Óscar Gilsanz es un conjunto que juega con el alma expuesta. Su propuesta es valiente: un posicionamiento en bloque alto, decidido y ambicioso, que busca ahogar las líneas de pase más que al poseedor del balón, como quien trata de anticipar el pensamiento antes del movimiento, y que, cuando pierden el esférico, no hay titubeos: se reactivan con fiereza como un resorte, con el fin de conseguir una inmediata recuperación de balón. Y es, en esas recuperaciones inmediatas, donde el Deportivo encuentra su esencia más peligrosa: la verticalidad.
Aunque el conjunto deportivista apuesta claramente por un juego combinativo, es en el fútbol directo donde el conjunto herculino hiere con más claridad. Porque en el caos, en la carrera y en el cara a cara sus atacantes son letales, ya que la velocidad, la determinación y la convicción en el duelo individual son armas que se inclinan a su favor.
Pero ese juego de alto voltaje también tiene un precio. Pablo Vázquez, estandarte en la fase de inicio del juego, lidera la categoría tanto en número de intervenciones como en pases fallados en campo propio. Una paradoja que resume bien el alma del equipo: la intención de construir desde la raíz, aunque a veces el riesgo supere la recompensa. De hecho, el Deportivo es el segundo conjunto con más pases errados en su propio terreno, consecuencia directa de una apuesta que no negocia con el miedo.
Y es en esa fase inicial del juego donde, en ocasiones, aparece otro matiz que el rival puede aprovechar: las distancias entre líneas se vuelven irregulares, inestables, generando espacios indeseados que los adversarios no dudan en explotar. Esa falta de sincronía momentánea en la estructura del equipo abre puertas al peligro y exige de sus jugadores una concentración total para corregir lo que el ímpetu desajusta.
Pero no todo fluye con la misma naturalidad. Las acciones de ataque posicional constituyen la asignatura pendiente del conjunto coruñés. Cuando el rival se repliega y cierra espacios, el Deportivo pierde filo. Las ideas se diluyen y la progresión del juego se hace lenta y previsible. Esa dificultad para romper defensas compactas explica su mejor rendimiento lejos de Riazor, donde el rival, en su afán por proponer, ofrece los espacios que tanto agradecen para desplegar su juego más vertical.
En su avance ofensivo, el equipo busca de forma constante a Mario Soriano, encargado de poner orden en medio del vértigo, canalizándose el juego por los sectores exteriores, donde los laterales se proyectan en profundidad, generando situaciones de superioridad que han sido aprovechadas para resolver encuentros en su favor.
Sin embargo, no es extraño que en ciertos tramos del encuentro el Deportivo asuma riesgos innecesarios: acumulan más jugadores de lo recomendable en zonas centrales de su propio campo y, con ellos, una secuencia excesiva de pases que carece de verticalidad. Una posesión sin intención, que termina por facilitar la presión rival y provoca pérdidas en zonas comprometidas.
FASE OFENSIVA
Yeremay, Soriano y Mella, individualidades determinantes
El Deportivo ha convertido su juego ofensivo en un ejercicio de inteligencia colectiva y convicción, imperando la búsqueda constante de superioridades numéricas en sectores exteriores,amparados en la movilidad incansable de Mario Soriano y en la profundidad generosa de sus laterales, que convierten las bandas en autopistas creativas, donde los jugadores exteriores, especialistas en el uno contra uno con el balón cosido al pie, desequilibran, rompen defensas y generan combinaciones de gran riqueza táctica que nacen de la comprensión mutua, de la brillante lectura del juego y de la confianza.
Y en esa sinfonía hay solistas que marcan el compás. Entre ellos brilla con luz propia Yeremay Hernández, convertido en uno de los grandes protagonistas de la temporada. Con diez goles y cuatro asistencias, lidera la categoría en regates exitosos y es el segundo jugador con más disparos a portería de la competición. Una amenaza constante, cuya ausencia en la última convocatoria de la selección sub-21 ha dejado un sabor amargo, pues la polémica suscitada por retrasar su incorporación en la anterior lista para defender los colores de su club ha podido pesar más que sus méritos sobre el césped. Pero Yeremay, con la mirada fija en el horizonte, sigue hablando donde mejor se expresa: en el terreno de juego.
Junto a él, completan una línea ofensiva de gran calibre Mario Soriano y David Mella. Son vértigo, creatividad, desequilibrio, jugadores que, como ya han demostrado sobradamente, pueden decidir un encuentro con una acción individual. A veces irregulares, incluso excesivamente individualistas en ocasiones, pero absolutamente determinantes.
El conjunto coruñés ha vivido un trascendental cambio de etapa en la actual temporada. Se fue Lucas Pérez, emblema y símbolo del deportivismo, y llegó Zakaria Eddahchouri, un delantero de enorme potencial para la categoría, todavía en pleno proceso de adaptación, pero dejando ya destellos brillantes de lo que puede llegar a ser. Su irrupción ha coincidido con el crecimiento silencioso pero fundamental de José Ángel Jurado, quien no solo ejerce como timón del centro del campo, sino que también ha heredado buena parte del liderazgo natural que dejó Lucas. José Ángel se ha hecho fuerte desde la templanza, desde la precisión, desde esa clase de futbolista que no necesita alzar la voz para imponer respeto.
Asimismo, si las acciones de estrategia han sido históricamente un arma, el Deportivo lo ha convertido en una especialidad. Las acciones de estrategia ofensiva constituyen una amenaza real, ejecutadas con maestría gracias al golpeo exquisito de José Ángel Jurado y al poderío aéreo de sus centrales. Pero no es solo una cuestión de calidad: es trabajo, es repetición, es inteligencia colectiva. Arrastres que abren huecos, bloqueos sutiles, movimientos ensayados al milímetro. Cada córner, cada falta lateral o cada saque de banda es una oportunidad de gol fabricada en los entrenamientos y perfeccionada en el fragor de la competición, y que ha permitido a los coruñeses cambiar de rumbo varios de sus encuentros disputados.
FASE DEFENSIVA
Margen de mejora en transiciones defensivas y vigilancia de espacios
La fortaleza ofensiva mostrada por la valiente propuesta del conjunto herculino no tiene su continuidad en el aspecto defensivo, donde sigue mostrando fisuras que comprometen su solidez, especialmente, cuando el ritmo del encuentro se acelera.
Una de las principales asignaturas pendientes se localiza en el corazón de su defensa. Los centrales, sólidos en muchas fases del juego, muestran ciertas dificultades a la hora de responder con contundencia ante balones jugados a sus espaldas o cuando son encarados por rivales veloces. En esos duelos directos, donde no hay margen para el error, la respuesta defensiva ha sido, en demasiadas ocasiones, insuficiente. Y si a eso se le suma una transición defensiva irregular, en la que las distancias entre líneas y entre centrales y laterales no siempre se gestionan con la precisión debida, se abren grietas en forma de espacios de juego que los adversarios han sabido aprovechar.
Incluso en las acciones de estrategia y en los centros laterales, donde el equipo ha mostrado una contundencia razonable tanto a balones rasos como aéreos, se han producido errores en la toma de decisiones y dudas en el seguimiento de marcajes individuales, detalles que, en esta competición, no se perdonan y se traducen en pérdida de puntos.
Pero quizá lo más llamativo, lo que más duele por su repetición, ha sido lo ocurrido en las últimas cuatro jornadas. Cuatro partidos en los que el Deportivo ha visto perforada su portería con una facilidad desconcertante, siempre desde una misma zona: el borde del área. Disparos cómodos, sin oposición, nacidos de la falta de vigilancia de espacios, de una ausencia de tensión en zonas clave y una pasividad en la interceptación que no se entiende en un equipo que aspira a construir desde el orden.
Estas concesiones, que parecen aisladas, se han convertido en una constante preocupante. Porque en un fútbol que premia el detalle, el reto del Deportivo no debe limitarse a mantener viva su valiente propuesta ofensiva, sino también blindar su retaguardia con la misma determinación con la que busca el gol, ya que los sueños también se construyen desde el silencio de una defensa bien ordenada y desde la serenidad de quien no concede. Y en este aspecto, todavía, hay margen de mejora.
En definitiva, nos espera un apasionante derbi que late con fuerza propia. Un duelo con alma que trasciende los noventa minutos y que, a buen seguro, se instalará en la memoria de quienes amamos este deporte y al que llega el Deportivo, acompañado por el peso y el orgullo de toda su historia con cicatrices y sueños pendientes de reconstruir, a un estadio que se niega a rendirse, que resiste con la frente en alto y el corazón encendido. Porque, pase lo que pase, en tardes como la que se avecina, el fútbol vuelve a ser lo que siempre fue: emoción, pasión y puro sentimiento.
Para los locales, es mucho más que un partido, es una llamada al alma. Arropados como nunca por una marea verde formada por miles de corazones que no dejan de creer, afrontan la oportunidad de iniciar un nuevo viaje de diez jornadas con diez capítulos aún por escribir y diez oportunidades para convertir el sufrimiento en gloria y lo imposible en historia. Una hazaña reservada, únicamente, para los valientes que nunca dejaron de soñar, para quienes creen hasta el final en sueños imposibles que desafían la lógica, para superhéroes de ala quebrada sin capa pero con escudo…para nosotros…