MERIDIANO DE ACTUALIDAD / Carlos García Bayón
15 jun 2000 . Actualizado a las 07:00 h.En el eterno retorno, es lógico, todo vuelve, incluso las oscuras golondrinas de Bécquer. Vuelven los relojes arrugados de Dalí que expone en Londres, vuelven las confesiones públicas ya sea desde un armario o una silla gestatoria, vuelven los mesías de Suresnes con los mismos cuerpos y almas que tuvieron, vuelven los pelados como en los días de Cromwell, y los virus que ahora son tecnológicos, y las libretas de pastas azules de la época romántica... y vuelven las culonas. Las culonas ya volvieron en otros avatares, con la Venus de Milo, con los modelos de Rubens, con Carolina Otero y la Belle Época... Precisamente, parece que Carmen Posada, uruguaya española, novelista, bien plantada, anda por estas fechas persiguiendo, ecuestre y diletante, la biografía tan fastuosa como hermética de la Bella Otero. ¿Preguntó ya a Piñeiro Ares, a Borobó, que tanto conocen sus intimidades y además son todos ullaneses? A Carolina, es decir, a Agustina Otero Iglesias, la he denominado en pasadas circunstancias _soy del Salnés, comarca paredaña al Ullán_ la Ilustre Fanerógama. Quizás fuese un abuso de vecindad, o de semántica, o de realismo. Carolina logró ser en su época, que va de 1868 cuando nace en Valga hasta 1965 en que la entierran en Niza, el personaje más femenino y culón, con los caracteres organolépticos más canónicos y la termodinámica más singular y cotizada de las Bolsas europeas. Hay un dibujo de Rouweyer en donde las ancas y posaderas de la Bella Otero son un poema. Decían los coetáneos que su actividad semoviente, armonizados catalinas y rodamientos a bolas, funcionaba con tal perfección que merecía ser un capítulo de la astronomía de Copérnico. Las gentes de su aldea que ignoraban guarismos y metáforas sólo le dedicaban romances de corredoira: «A saia de Carolina / ten un lagarto pintado; / cando Carolina baila / o lagarto dalle ó rabo». De púber, cuando vendía piñas y carrouchas en el mercado de Valga, un zapatero remendón llamado Conainas la esperó en la fraga y entre ginestas la violó... Años después aparecía en París, en «Folies-Berger», geométricamente culona. Su nalgatorio era a la vez categoría aristotélica y culo pajarero. A su orbe se rindieron zares, emperadores, reyes, millonarios. Carolina daba para todo. Pues, sí, ahora vuelven las culonas. ¡Aleluya!