ERNESTO S. POMBO MUY AGUDO
25 may 2001 . Actualizado a las 07:00 h.En plena campaña electoral del País Vasco, el secretario de Organización del PSOE, José Blanco, sacó su móvil y marcó el número del de José Luis Rodríguez Zapatero. Lo hizo para quejarse amargamente del frío recibimiento, más bien rechazo, que los dirigentes socialistas vascos habían dispensado a su propuesta de separarse del PP, hecha en Llodio. Sabía que estaban cometiendo un error. Lo sabía él, Zapatero, Odón Elorza, Txiki Benegas y Ramón Jáuregui. Y, sin duda, lo sabían muchos más. Todos aquellos que no votaron socialismo haciendo que perdieran un diputado. Una cruda respuesta. Por eso, pensar que los socialistas iban a continuar del brazo de los populares causa tanta gracia como escucharle decir a Marina Castaño que «Camilo José me hace consultas gramaticales». La misma. Si la campaña electoral del PP en Euskadi fue un disparate, no menos disparatada lo fue la postura de los socialistas. La alianza resultaba inconcebible y han tenido que pasar las elecciones para que vayan aflorando las tensiones que se vivieron entre la Ejecutiva Federal y los socialistas vascos. Zapatero, y su partido, han iniciado el despegue del PP, avanzando con el PNV hacia un diálogo que ponga fin a la situación del País Vasco. No va a ser fácil porque las relaciones estaban muy deterioradas. Y aunque persiste un pesimismo de fondo, los socialistas están haciendo lo que debían. Empezar a curar las heridas que les dejaron las urnas, recuperar el discurso, y marcar las distancias sobre la política de los populares. Conscientes de que ETA es la única prioridad, el único fantasma, como ha vuelto a demostrar estos días, Zapatero se desmarca de Aznar que sigue obcecado con que la derrota electoral de su partido es producto de la inmadurez de la sociedad vasca. La cúpula socialista siempre creyó que estaban condenados a mantener un hilo de unión con los nacionalistas democráticos vascos. Lo estaban aunque Nicolás Redondo Terreros se cansara de decir, mitin tras mitin, que lo único que el país se jugaba en las elecciones era la libertad. El mismo discurso que Mayor Oreja. El mismo desatino en la identificación del enemigo. Las mismas sombras de amenaza. Los mismos errores. Los socialistas han rectificado a tiempo. Redondo habla ya, tras su entrevista con Ibarretxe, de una oposición flexible y de crear espacios de convivencia. Lo contrario sería instalarse en la ceguera, en la tozudez y en la intolerancia.