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LA HISTORIA DE VILLABAJO

La Voz

OPINIÓN

XOSÉ LUÍS BARREIRO RIVAS A TORRE VIXÍA

14 jun 2001 . Actualizado a las 07:00 h.

En mi condición de politólogo, admirador de Mannheim e Inglehart, siempre me sentí atraído por los famosos sucesos de Villarriba y Villabajo, que hoy ilustran mi sesuda reflexión sobre la más rabiosa actualidad. Como ustedes bien conocen, ambos pueblos celebraron juntos sus fiestas patronales, y ambos se inflaron a comer arroz con gambas, después de inscribir sus paellas en el libro de los récords. Pero ahí termina su historia común y empiezan sus divergencias. Porque, mientras los vecinos de Villarriba escogieron un detergente adecuado para limpiar su paella, y se fueron enseguida a bailar, los vecinos de Villabajo echaron mano del viejo detergente y del estropajo de esparto, y se pasaron la noche fregando su paellera, con escaso resultado. Tal como yo lo veo, este tremendo episodio constituye una lección de política, en la que se dan cita los principales ingredientes de toda problemática social: un pueblo y su identidad colectiva, un objetivo común, una acción instrumental, un resultado y unas consecuencias. Y de ahí que se pueda tomar como una luminosa parábola de lo que por aquí nos pasa. Los vecinos de Villarriba pueden ser, por ejemplo, los catalanes. Y los de Villabajo somos, obviamente, nosotros. Los dos pueblos singulares, con marcados elementos de identidad, que hemos coincidido en la fiesta patronal de las autonomías. Los dos aspirábamos, después de 40 años de hambruna centralista, a cocinar arroz con gambas. Los dos encargamos unas paelleras colosales, aunque ellos bautizaron la suya como Generalitat y nosotros la llamamos Xunta. Y los dos nos beneficiamos de una etapa de vacas gordas en la que no faltaron mariscos y vino para casi todo el vecindario. Pero ahí terminan las coincidencias. Porque mientras los catalanes decidieron hacer brillar su paella con detergente político, aplicando unas gotas de presión sobre los estropajos sintéticos, nosotros optamos por limpiar la nuestra al modo tradicional, con pleitesía al poder central -que es como un estropajo de esparto- y aplicando sobre el arroz chamuscado el arcaico detergente de la folga xeral 15-X, que no puede con las manchas y raya la paellera. Y por eso, mientras allá por el Mediterráneo andan de baile y fuegos artificiales, aquí, en Villabajo, seguimos fregando los cacharros, mientras UGT y CCOO discuten si hay que echar más agua, poner más pedramol -¿cómo me habré acordado de esa antigualla?- o mover el estropajo con resignación y sin pausa. En tales circunstancias, lo malo no es trabajar mientras los demás se divierten. Lo que fastidia es hacer el tonto en los spots de televisión, como los vecinos de Villabajo.