
IGNACIO RAMONET RES PUBLICA
29 ene 2002 . Actualizado a las 06:00 h.La última vez que nos hablamos fue hace unas semanas. No habíamos conversado desde los atentados de Nueva York del 11 de septiembre. La guerra en Afganistán se prolongaba con su dosis de víctimas inocentes. Yo quería saber qué opinaba de todo esto, del nuevo rostro del mundo, nuestro amigo Pierre Bourdieu. Me contestó con una voz aérea y fatigada, desprovista de la energía de costumbre, pero con su leve y caluroso acento meridional de siempre. Me dijo que no podía escribir nada por el momento sobre ese asunto, porque estaba muy cansado, su salud se había deteriorado y necesitaba reponerse. Ya hablaríamos más adelante cuando se encontrase mejor. No ignoraba yo que Pierre Bourdieu había estado muy enfermo el año pasado. Sabía también que había estado largas semanas hospitalizado, pero no podia imaginar que su estado de salud fuese tan grave. Por eso, cuando el jueves 24 por la mañana un amigo común me avisó de que había muerto la víspera, me quedé muy impactado y tremendamente apenado. Pierre Bourdieu no sólo era el más grande sociólogo de nuestro tiempo, el autor francés más traducido y más citado en el mundo, sino que era lo que se suele llamar un intelectual de combate. Como lo habían sido, en su época, gigantes de la talla de Zola, Gide, Sartre o Foucault. Un hombre que además de escribir unos veinticinco libros considerados como referencias indispensables para entender las sociedades de nuestro tiempo, consagró los últimos años de su vida a combatir las consecuencias sociales de la globalización. De origen muy modesto, Pierre Bourdieu hizo estudios brillantes y estuvo en las mejores instituciones docentes de Francia. Obtuvo una catedra de filosofía, pero se dedicó pronto a la sociología. En este campo estudió el medio de la enseñanza y pudo demostrar, en dos libros capitales, La reproducción y Los herederos, que los mejores estudiantes en las mejores facultades proceden, en un altísimo porcentaje, de las capas sociales dominantes, que reproducen así y perpetúan su dominación social. Si, desde los años 1960, Bourdieu era un profesor reconocido y admirado -particularmente en Estados Unidos- por la seriedad de sus trabajos en ciencias sociales y si la dimensión política de su reflexión era evidente, sin embargo no se le reconocía un compromiso militante de terreno. Se recordaba, pero casi a título anecdótico que, en los años 1970, con el humorista de izquierda Coluche, había constituido un tándem que aspiró a presentarse a la elección presidencial en Francia. Pero nadie lo comparaba aún con Jean-Paul Sartre o con Michel Foucault. El salto a la escena pública se produce en 1995, con ocasión de las grandes huelgas de ferroviarios que paralizan el país. Bourdieu acude a una de las estaciones de París donde están reunidos los huelguistas y toma la palabra públicamente para denunciar la política de privatizaciones y la lógica neoliberal. Retransmitida por televisión y repetida por los grandes medios de comunicación de masas esa intervención transforma al sociólogo, casi de la noche a la mañana, en el gran intelectual que defiende las causas populares. Immediatamente después publica un enorme estudio sociologico -La miseria del mundo- sobre la nueva pobreza, los nuevos miserables producidos por el avance de la globalización. A partir de ahí, Pierre Bourdieu se transforma en el intelectual de referencia en materia de protesta y de lucha. Acude a todos los frentes, en favor de los immigrantes, de los sin papeles, de los despedidos, de los parados... Denuncia el periodismo complaciente, la televisión que embrutece, el socialismo patronal, los pseudo-intelectuales vendidos... Y reclama un movimiento social más dinámico y más organizado a escala europea o planetaria como respuesta a la globalización. Esta proposición será retomada por algunas organizaciones no gubernamentales (ONG) y de ese proyecto surgirá el Foro Social Mundial de Porto Alegre. Del que, indiscutiblemente, el sociologo francés fue el inventor intelectual. Eso da un pequeña idea de la pérdida immensa que, con la muerte de Pierre Bourdieu, acaba de padecer el movimiento anti-globalización...