VENTURA PÉREZ MARIÑO
12 mar 2002 . Actualizado a las 06:00 h.En los últimos días, y a causa de los fallecimientos de dos jóvenes que habían ingerido pastillas en Málaga, ha cundido la alarma en la sociedad española al descubrir que son muchos los jóvenes que los fines de semana acuden a macrofiestas donde consumen sustancias prohibidas, por dañinas para la salud, que mezclan con alcohol. Pero si esa alarma social es comprensible en los padres, que suelen ser los últimos en enterarse, no lo es en las autoridades, que saben de tiempo atrás cuál es el estado de la cuestión. Y sorprende aun más la falta de medidas para evitarlo. La primera de las admoniciones que creo se debe evitar es la demonización de la juventud. La debilidad humana frente a la tentación de pasarlo muy bien y mucho rato que proporcionan las anfetas , por más que sea artificial, no es patrimonio de ningún segmento social. Y la distinción entre jóvenes consumidores y los que no lo son, no es por lo general más que cuestión de grado y muchas veces de casualidad, y obedece a una distribución normal. No parece el caso que debamos pasarles factura, al menos como cuestión primordial. Hay otras reflexiones que, sin embargo, parece que son obligadas. En primer término debe preguntarse quién fabrica y dónde lo hace, tal cantidad de pastillas que sin duda se consumen durante los fines de semana, y sobre todo cómo les resulta tan fácil e impune distribuirlas entre los jóvenes. No cabe duda que se hace necesaria una eficaz intervención policial. En segundo término es necesario prevenir¿evitar la comisión del delito de venta de las sustancias estupefacientes. Miles de jóvenes no consumirían pastillas o cocaína los fines de semana si no hubiera cientos de vendedores. Y cientos de jóvenes no venderían si se encontraran a la puerta, o dentro de las 35 macrofiestas tecno que al parecer se celebraron en España el pasado fin de semana, con presencia policial ostensible. Y en cualquier caso, menos pastillas se consumirían si no se autorizaran esas macrofiestas de 6 de la tarde a 6 de la mañana que, indudablemente, son generadoras/propiciadoras del consumo. Ninguna razón hay para permitir la celebración de esas fiestas en donde se sabe con certeza que se cometerán una innumerable cantidad de delitos y máximo cuando su ubicación suele ser en instalaciones municipales. Es lo que se llama la prevención situacional del delito, operar previamente sobre situaciones o lugares en donde se sabe que se van a generar situaciones delictuales. En definitiva, mientras nos enzarzamos en la ardua tarea de buscar alternativas al ocio de la juventud, no está de más evitar la comisión de los delitos, y sobre todo el consumo masivo de drogas tan peligrosas. Decía Bertolt Brech en el epílogo de El resistible ascenso de Arturo UI : «Aprendan (las autoridades) a ver en lugar de mirar tontamente/actuar en lugar de charlar».