LA INFORMACIÓN EN UNA ESPAÑA «QUE NO VA TAN BIEN»

La Voz

OPINIÓN

ARTURO LEZCANO El Amigo del Lector no sabe si esta sección está depurándose hasta la sutileza de mayor empaque o si nos permanecen fieles los lectores más atentos y asiduos. Lo cierto es que disminuyen a ojos vista los disentimientos episódicos y persisten, sin embargo, las discrepancias alrededor de temas de gran entidad. Mucho mejor así, sin perjuicio de que, intermitentemente, nos lleguen quejas menudas o se nos prodiguen merecidos tirones de oreja a causa de la difícilmente corregible proclividad al error, especialmente en el uso de la lengua escrita, día a día deteriorada dentro y fuera del periodismo. No son muchos, pero sí repetidos, los fallos que se nos señalan. Por nuestra parte continuamos apuntándolos y tratando de reducirlos al mínimo.

23 mar 2002 . Actualizado a las 06:00 h.

Obedientes a la más inveterada tradición comenzamos por el último párrafo del correo electrónico que nos remite Enrique Castro Domínguez, en cuya opinión «España no van tan bien.» «(...) Me llama poderosamente la atención el actual tratamiento informativo que se ofrece al PP y su gobierno. Y por eso quiero introducir este elemento de debate que brinda ''El Amigo del Lector''. Ya que siendo un mortal lector, que sin ocultar mis preferencias política no me ''arrugo'' en la exigencia, que como tal, o sea como lector, de implicar a los medios en su forma de ofrecer la visión de las noticias cuando los asuntos son tratados de una forma diferente con respecto a otros tiempos. ¿O acaso tengo que pensar que la objetividad e independencia de un medio de comunicación se mide en función de la composición de su consejo de administración (...)?» Medios públicos y privados Acaso sí, Enrique Castro. Como hemos reiterado aquí hasta la saciedad, cada medio es muy dueño de inclinarse hacia donde le parezca, y sus lectores, de continuar comprándolo todos los días o abandonándolo como consecuencia del cambio de orientación. Excluimos, por supuesto, los medios de comunicación públicos, pero lamentablemente el eventual sectarismo, siempre mal disimulado, de aquéllos no depende de quién esté en el gobierno, sino del simple hecho de alcanzarlo, sobre todo si se goza de mayoría absoluta. Los legisladores, sin duda, podrían cambiar esta situación, pero no parecen tener mayor interés, mande quien mande, porque si el panorama se invierte en cuestión de cuatro años, los nuestros se comportarán exactametne igual que los suyos. De cualquier manera este lector habla de «los medios», sin especificar. Sinceramente creemos que sus reproches no pueden predicarse de La Voz de Galicia, aunque siempre habrá alguien que lo crea así. Castro Rodríguez cita tres ejemplos de lenidad informativa en favor del Partido Popular, contraponiéndolos a la severidad con que, en su día, fue tratado el PSOE: «(...) Noto en falta el debate mediático en cuanto a Gescartera, y las declaraciones de la jueza instructora Teresa de Palacios, comparando el sumario que está instruyendo a otro sumario, el llamado caso Filesa (...)» «(...) Me llama mucho la atención cómo han salido parados tras el ''importantísimo'' viaje efectuado por el Sr. González a Marruecos y el ''bulo'' de su entrevista con el primer ministro Yusufi. No ha dimitido (...) ni el espía que informó de tan trascendental acontecimiento (...)» «(...) Es increíble ver cómo las compañías eléctricas, al igual que Telefónica (antes públicas) han diversificado su inversión. Tras su privatización es curioso observar su presencia en los consejos de administración de muchos medios de comunicación. Sin embargo los apagones de luz en el invierno y el tipo de servicio que nos ofrecen a los ciudadanos siguen estando muy por debajo de la media europea, no así los precios (...)» No entramos ni salimos en los argumentos de Castro. Los casos de una y otra época pueden o no estar proporcionados, pero nos gustaría observar -puesto que no oculta sus simpatías- que, a bastante gente «de izquierdas» no le extraña la corruptela de «la derecha», pero sí la de quienes encarnaron, por algún tiempo, la representación de «la honradez histórica.» Un problema difícil de dirimir, que en modo alguno corresponde a los periódicos. La decisión y la corrección, como siempre que es posible, está en manos de los electores. Nostalgia de la tipografía Y a propósito de corrección, nos asalta un veterano tipógrafo, José Quintana Salazar, quien se siente atormentado por «la cantidad de faltas que se observan todos los días en La Voz de Galicia.» «(...)Escribo a los responsables de La Voz -dice- para que cambien impresiones con esos tipógrafos que sacaron su foto en su recorrido por los talleres hace unas semanas(...)pregúntenle al colega de 93 años las veces que se repasaba la primera impresión cuando, él como yo, teníamos el molde en máquina (...).» Querido amigo Quintana Salazar, comprendemos su disgusto y lo compartimos. No sé si para bien o para mal, la tipografía, un arte maravilloso, es ya sólo técnica. Corregir, se corrige, pero no a manos de tipógrafos. La multiplicación de funciones de los redactores tampoco ayuda.