Reconozco que salí a la calle con el despiste propio de un domingo. Había dormido mal, seguramente porque la noche anterior me excedí, primero viendo el reportaje de Informe Semanal sobre los veinticinco años de democracia en España, y leyendo después varios monográficos de prensa, que había ido dejando de lado a lo largo de la semana, sobre el mismo tema. El comprobar dónde estábamos, política y socialmente, hace tan poco tiempo, me ahuyentó el sueño. El caso es que bajé a comprar el pan y el periódico, y noté algo extraño en el tráfico de esa mañana apacible de verano. Los coches iban y venían al revés de como estuvieron haciéndolo siempre en Ferrol. En la acera había otros peatones sorprendidos, pero hay que decir que todos estábamos avisados: ese día, domingo, era el indicado por el gobierno municipal para alterar la dirección del tráfico en varias calles a causa de la remodelación de la plaza de España: un aparcamiento subterráneo, nuevo diseño de superficie y el traslado de la estatua de Franco. Sabíamos, pues, lo del cambio de circulación, pero una cosa es la teoría y otra, la práctica. Allí en la acera nos juntamos unos cuantos viendo cómo ahora vienen los coches subiendo lo que antes era bajada, y cómo giran limpiamente a la izquierda cuando antes tenían que hacerlo a la derecha, y viceversa. Animado por la sorpresa, decidí probar con el coche este nuevo recorrido de entrada y salida a la ciudad, con los consiguientes atajos, cruces y desviaciones. Los vecinos también estaban de acuerdo: mejor hacerlo hoy, con poco tráfico, que mañana, cuando toque ir al trabajo, con el agobio de un horario laborable. Y fui descubriendo la novedad de una ruta diaria, que, de repente, se me hacía novedosa. Estaba viendo la calle desde otra perspectiva, y ganaba en matices y hasta en congruencia. Por ejemplo, el edificio de Comisiones y de la UGT, que siempre quedaba a la derecha, según se entraba, ahora, saliendo, queda a la izquierda. Claro que detalles así no son más que curiosidades geométricas, pues el propio Ayuntamiento ahora aparece por la ventanilla de la derecha. Mezcla de imágenes Sin embargo, la novedad del trayecto y el recuerdo de lo leído y visto la noche anterior sobre las dificultades de la implantación de la democracia en la España de 1977, se me mezclaron, superponiéndose en un pequeño lío. Confundí el rostro de un señor malhumorado ante el desorden de un tráfico al revés, con el de Blas Piñar, enfurecido por el decreto de abolición del sindicato vertical, cuya imagen aún tenía en mi retina. Y de la mano de lo anterior, me vino el recuerdo de Adolfo Suárez y de Gutiérrez Mellado intentando sofocar, a base de pinchos de tortilla, el ruido de sables, frecuente en los cuarteles de aquellos años. ¡Qué remoto me parece todo! Hay que alegrarse de que las cosas hayan cambiado tanto, y para bien, en estos veinticinco años. Y mientras hago este recorrido experimental por el nuevo trayecto de Ferrol, celebro que la ciudad aborde nuevas obras y nuevos proyectos. Y desde el coche, celebro también el cuarto de siglo de libertades y democracia. Porque siempre tendremos la oportunidad de oponernos a los decretazos con una huelga y de descubrir nuevas perspectivas de las calles de la ciudad.