Un Nobel justo y oportuno

| RAMÓN BALTAR |

OPINIÓN

16 oct 2002 . Actualizado a las 07:00 h.

EL EX-PRESIDENTE americano Jimmy Carter fue elegido premio Nobel de la Paz el pasado 11, fecha cargada de intención. La despectiva reacción de ciertos sectores de un proamericanismo primario corrobora lo atinado de la elección. Se trata de una personalidad sobrada de méritos para tenerlo. Durante su mandato presidencial siempre trató de encajar las urgencias de la acción en la horma de los principios, sin forzar a ésta. Hombre de convicciones religiosas auténticas, se propuso llevar a la alta política internacional un hacer basado en la compasión y en los derechos humanos, en la primacía de la razón y los acuerdos sobre la fuerza de las armas. Por dudar en usarlas, dio a sus compatriotas sensación de debilidad extrema y las urnas lo devolvieron a la vida privada antes de acabar su obra. Pero el buenazo de don Jimmy no se refugió en el disfrute de su privilegiado retiro manisero ni en la glorificación nostálgica de su nombre. Montó una fundación y desde ella puso en marcha programas de ayuda humanitaria en países pobres e intentó cuantas mediaciones de paz le fueron solicitadas, lo uno sin alharacas y lo otro con suma discreción. El favor que se le regateara cuando presidente lo acrecentó como ex-presidente, logro para pocos escogidos. Los comentaristas adjuntos han visto en la distinción un bajonazo a la política halconera del señor Bush. Tiene otro sentido: recordar al mundo y a la propia ciudadanía americana que hay otras maneras menos belicosas de entender y ejercer el liderazgo. La limpia sonrisa y ejecutoria del galardonado ofrecen la cara dulce de América. Los promotores de la extravagante candidatura del juez Garzón se han quedado compuestos y sin galán. Por mucho que estires a un hombre, nunca añadirás un codo a su estatura.