UN DESPACHO de la agencia Efe informaba hace unos días de que los partidos que negocian el Pacto Canario por la Inmigración habían acordado reelaborar los párrafos relativos a la procedencia de los inmigrantes, texto donde se mencionaba como «godos» a los residentes de origen peninsular. Es ésta la forma despectiva con que algunos canarios llaman a los españoles asentados en las islas, pero que no nacieron allí. Además del pueblo germánico que ocupó Hispania, donde fundó un reino, eran godos los personajes ricos y poderosos, originarios de familias ibéricas, que, confundidos con los invasores, formaron parte de la nobleza al constituirse la nación española. Así, godo pasó a ser sinónimo de noble, poderoso, principal. Más tarde, ser godo era ser de nobleza antigua. En germanía, godo y godeño equivalen a 'rico', y hacerse de los godos era darse importancia, blasonar de noble. En este lenguaje, los femeninos goda y godeña significaban, además de 'rica' y 'principal', 'prostituta de categoría'. «A puñaladas se abrazan; unos con otros se envuelven; andaba el moja la olla tras la goda delincuente, cuando se vieron cercados de alguaciles y corchetes, de plumas y de tinteros, de espadas y de broqueles», relata Quevedo. En Canarias comenzó a usarse godo con sentido despectivo en el siglo XIX, para designar a los naturales de la Península que se las daban de nobles, a los que los de las islas veían prepotentes. El empleo de esa palabra para referirse a los españoles existió también en países como Argentina, Colombia, Chile y Uruguay durante la guerra de la independencia. hablar.bien@lavoz.es