Kafka y Bercherovska

| BLANCA RIESTRA |

OPINIÓN

27 nov 2002 . Actualizado a las 06:00 h.

AQUÍ ME TIENEN en la ciudad soñada delante de un teclado eslavo sin eñes y con miles de consonantes con sombrero. He venido a Praga con una camiseta Damart, un fotógrafo de Idaho y toda suerte de recuerdos no vividos. Me imaginaba desde siempre un Praga laberíntica coronada por un Castillo misterioso y hermético, llena de alquimistas malvados, de cuevas de jazz y de mujiks con manos gigantescas. Me imaginaba una Praga checa y eslovaca y también un poco húngara, muy del este. Nuestra acompañante checa es igual a Nadia Comaneci. ¿La recuerdan? La Comaneci acabó afincada en Miami, anunciando pantalones de cuero por correspondencia. Hay algo de rumano y de ruso en mi pre-ciencia de la ciudad de Praga. He encontrado pocos chamarileros. Vine buscando la Praga de Goethe, de Chateaubriand y me di de bruces con la Praga de Vaclav Havel. Havel será poeta pero parece también un prodigio de modernidad y de limpieza. Tras las inundaciones de agosto, Praga recuerda ahora a la plaza de un pueblo vienés. Ya todas las ciudades del mundo son iguales, todas tienen ya un Zara y un Mac Donalds, un Promod y una tienda Gucci o Hugo Boss. Este es el efecto menos perverso de la globalización, imagínense los otros. Si entras en un restaurante de Malastrana, escucharás la misma música que en Nueva York, en Tokio, en Istambul: Jennifer López en cantidades letales, directamente en vena como matarratas. Pero las tienduchas de clavos oxidados, los ultramarinos escasos, las casas sucias, los perros tinosos y los borrachos asesinos que alimentan todas las obras literarias del mundo han desaparecido de la superficie de la tierra. Afortunadamente yo sigo viviendo en Madrid, la ciudad más sucia del planeta, donde el escupitajo y el palillo prevalecen, donde uno ama al gitano y a la puta como a sí mismo. Pero todo tiene un fin, preparémonos. Aquello que Álvarez del Manzano untó de cemento por todas partes menos por una, acabará vestido de rosa chantilly y capitaneado por Ana Rosa Quintana o por el mismo Garci. Si Dios no lo remedia, la Botella acabará vistiéndonos de boda con pamela en menos que canta un gallo. Afortunadamente, en Praga, hay cosas que no cambian: chicos guapos regentan bares llenos de libros en Malastrana y otros persiguen los tranvías apretándose el abrigo, con el cabello alborotado y la bufanda al viento. Como en un libro de Kundera.