HAY LIBROS que hacen volar la imaginación; otros abren los ojos. Entre estos últimos habría que colocar el del etólogo Richard Maier Comportamiento animal , editado por McGraw Hill. Al leerlo aprendemos, entre otras cosas, que los usos sociales humanos son, mutatis mutandis, más parecidos a los de los gorilas que a los de los chimpancés, ambos parientes cercanos de la humanidad, fóra alma . Una cierta tendencia a la jerarquía y a la poligamia y la división sexual de funciones dan lugar a machos claramente más grandes que las hembras. La evolución humana mantuvo, al parecer, estas diferencias. Los antiguos hombres eran notablemente más fuertes y grandes que las mujeres, aptos para la defensa y la caza. Ahora que Blas Piñar renace de sus cenizas y que el poderío nuclear nos pone en riesgo de anulación, tranquiliza tener en el Gobierno a hombres grandes y apasionados por la caza, como Cascos, que persigue al urogallo hasta Rumanía. No deja de ser una garantía, por si vuelve la prehistoria.