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Los trabajos de Hércules

OPINIÓN

14 feb 2003 . Actualizado a las 06:00 h.

NO RECOGE la leyenda un último trabajo con el que los dioses castigaron a Hércules. Al hijo de Zeus se le añadió la más difícil de las tareas. Apolo decidió enviar a Hércules a Galicia, después de matar al can Cerbero, el de las tres cabezas que guardaba las puertas del infierno. El dios olímpico más odiado por los mortales decidió viajar al país donde yace Gerión, tras tomar un vuelo en avión con destino a Asturias, pues eligió como lugar adecuado en su viaje galaico la pequeña localidad de Burela, en el norte de la provincia de Lugo. Pretendía pasar el viernes y la mayor parte del sábado en Galicia. Al llegar a Ranón, aeropuerto próximo a Avilés, nuestro forzado héroe tomó un taxi para recorrer las tres docenas de kilómetros que separan el citado aeropuerto de la ciudad de Gijón. Allí se dirigió nuestro héroe para dilucidar si tomaba el ferrocarril de vía estrecha o si hacía el recorrido a bordo de un autobús que lo conduciría a Ribadeo en la frontera de Galicia para, nuevamente en taxi, desde la ciudad del Eo, rendir viaje en Burela, a escasas millas. Eligió el tren, pues bien informado como estaba del anunciado plan Galicia, quiso comprobar personalmente cuál iba a ser el trazado aproximado del AVE Bilbao-Ferrol que entraría en funcionamiento a mediados del presente siglo. Pese a ser inmortal, Hércules dudó si algún día podría hacer ese recorrido en un tren de alta velocidad. Habría que ver al pobre Hércules con la mirada llena de nostalgia de futuro. Pues bien, una vez en Burela, después de visitar la ciudad, decidió retornar a Madrid, ciudad origen de su viaje, pasando por Lugo. Se dirigió a una agencia de viajes y solicitó una plaza de coche cama para el tren nocturno que debía partir de la ciudad murada el sábado noche. Cuál no sería su sorpresa cuando se enteró que los sábados el legendario tren expreso de Galicia tiene su día de descanso. O sea, que no hay tren ni coche cama. Abatido, se resignó a viajar en autobús para disfrutar de las flamantes autovías que enlazan Galicia con la Meseta. Cuando fue a comprar el billete, la vendedora le comunicó muy amablemente que los sábados por la tarde y por la noche no hay servicio de autocares con la comodidad de la clase supra. Estupefacto, decidió volver como vino y desandar el camino que lleva a Gijón. Esta vez regresó a Asturias en autobús desde Ribadeo, después de que un buen amigo lo trasladara desde Burela en su automóvil. Mientras esperaba, decidió enviar varias cartas a los directores de diarios contando su epopeya. Pensaba que había sido mucho más cómodo haber luchado contra el león y el centauro. Pidió a su padre Zeus benevolencia para Galicia y maldijo al dios Apolo por someterlo a tan dura prueba, sin duda la más complicada de las trece. Compró en el aeropuerto una edición popular de la Ilíada y cuando la estaba leyendo convino que le fue más fácil a Ulises dar con Itaca, que a él viajar a Burela por tierra, mar y aire.