EL DOLOR sin esperanza del pueblo cubano es proporcional a la salud y suerte de su dictador. Ha sido intenso y permanente. Con Fidel Castro, la isla de Cuba ha dejado de ser la tierra de promisión de nuestros padres y abuelos para convertirse en el actual esperpento criminal, en ese gulag del Caribe regido por un Tirano Banderas frío y sin entrañas. La enseña de su régimen es dictadura o muerte, emigración o miseria, deshonor o pobreza. La histórica perla de las Américas entra en el siglo XXI en la cola de todos los indicadores de desarrollo. Sus ingresos por habitante son la cuarta parte de los de la República Dominicana, la quinta de Puerto Rico o la mitad de Jamaica, todos vecinos antillanos y antaño parientes pobres. Ningún gallego emigrará ya a Cuba porque aquí dispone de unos ingresos medios doce veces superiores a los de sus infortunados habitantes. En indicadores humanos, el régimen cubano está al nivel de Burma, Irak, Corea del Norte, Libia, Arabia Saudí, Sudán, Siria y Turkmenistán, los países con mayores carencias de libertad política y civil del mundo. Como en los universos cerrados que aspiran a la perfección despótica, en Cuba casi no existe Internet; las mentes de su pueblo ya tienen al Gran Hermano Fidel para que los conduzca por la interpretación correcta de la historia. Todo está bajo control. En el resto del mundo el tirano sí tiene quien le escriba. Empezando por el comprensivo García Márquez. La izquierda europea también lo entiende. La culpa de todo lo tienen los Estados Unidos y los gusanos de Miami, han dicho durante décadas. Claro que cada vez con más reticencias y con un rictus de vergüenza. Pero hasta Jimmy Carter le otorgó cierta credibilidad, y el Papa, y la sacrosanta ONU y nuestros dirigentes españoles y gallegos. Nunca importó la verdad ni la vida silenciada, pobre y degradada de su pueblo humillado. Al fin y al cabo, la miseria de sus gentes es la precondición de una oferta sexual barata para los reprimidos de otros pueblos. Y la corrupción de sus dirigentes, la llave para la nueva inversión colonial de las empresas hoteleras. Cinismo sin fronteras.Cuba no es una economía cerrada ni el embargo estadounidense es la clave de su deriva socioeconómica. Cuba puede comerciar libremente con el 75% de la economía internacional; y a través de empresas interpuestas, prácticamente con la totalidad. El problema es que no tiene nada que ofrecer como exportación apreciada, salvo su naturaleza física y los cuerpos de sus jóvenes. Depende cada vez más de las remesas de emigrados y exilados. El resto es naufragio, aparato represor y de control, mentira planificada y apariencia revolucionaria. La historia ha condenado el modelo de Fidel. Pero como Sadam Huseín y King Jon Il se resiste y aferra al poder con su argumento determinante: la cárcel para los demócratas y penas de muertes aleatorias, discrecionales, sumariales, como aviso a navegantes para que nadie espere el derrumbe ni una transición pacífica. El dictador sigue gozando de buena salud, el pueblo agoniza y los progres de Occidente pasan de puntillas sobre los últimos crímenes. Sólo el maldecido Leviatán del Norte podrá ofrecer a los cubanos alguna brizna de esperanza.