HEMOS VISTO pues, con nuestros ojos, en las pantallas de televisión, el saqueo de Bagdad. En los cursos de historia habíamos oído hablar del pillaje de Constantinopla, en 1204, por los cruzados católicos; de la destrucción de México-Tenochtitlan, en 1521, por los conquistadores castellanos; y del expolio de Roma, en 1527, por las tropas de Carlos V. Contemporáneos de estos crímenes, los cronistas de antaño nos han dejado una descripción horrífica de los asesinatos gratuitos, de las violaciones a mansalva, del despojo de los tesoros, de la demolición de las mansiones, del robo de los monumentos y del incendio de los palacios. Historiadores árabes nos contaron también, con espeluznantes detalles, las otras dos grandes destrucciones de Bagdad : la de 1258, a manos de los mongoles del jefe Hulagu Khan que, entre otras barbaridades, arrojaron al río Tigris los 400.000 volúmenes de la gran biblioteca de la universidad Al-Mustansiriya...; y la de 1401, realizada por otros mongoles feroces, los del temible Tamerlán, el Cojo de hierro , que entraron a saco y aniquilaron la mayor suma de riquezas materiales y culturales que jamás había contemplado el mundo. Como sabemos, esta rica región de Mesopotamia ( Mesos Potamos , tierra entre ríos), la del creciente fértil, la de los valles del Tigris y del Éufrates, es considerada como la cuna de la humanidad porque aquí aparecieron, por vez primera, 5.000 años antes de Cristo, esos entramados de culturas complejas que llamamos civilizaciones. Aquí se sucedieron las civilizaciones acadiana, sumeria, babilónica, asiria... Aquí se inventaron nada menos que la agricultura, la ciudad (Babel), el estado, la escritura (cuneiforme), la ley (código de Hammurabi), la religión monoteísta (Abraham nace en Ur), la medicina, la astronomía, el cultivo de la caña de azúcar, la numeración árabe y el cero... Es la región donde la Biblia sitúa el Paraíso terrenal, el jardín de Edén (Génesis, 2, 14); donde se dice que Dios creó a la mujer... Tierra de la legendaria biblioteca de Nínive, de la Torre de Babel, y de los jardines colgantes de Babilonia, considerados por los griegos como una de las siete maravillas del universo. Llenos de rabia y de furor, después de la invasión de Irak y de la toma de Bagdad, hemos sido testigos de actos de vandalismo monstruosos -permitidos por las tropas norteamericanas- que han ocasionado la destrucción de una gran parte de los testimonios de todas estas glorias pasadas: pillaje del Museo de arqueología (en Bagdad, Mosul y Tikrit), incendio de la Biblioteca Nacional, saqueo del Museo de Arte Moderno, destrucción del Conservatorio Nacional de Música, incendio de la Biblioteca Coránica, saqueo de las ruinas de Babilonia y de más de cinco mil yacimientos arqueológicos... Miles de piezas del Museo de Bagdad han sido destruidas, y más de 75.000 objetos han sido robados, entre ellos algunas piezas excepcionales como la estatua de bronce de Basitki, el harpa de Ur, el carnero enramado de Ur o la cabeza de rey acadiano. Entre los libros de la Biblioteca nacional que ardieron se encuentran el Canon de la Medicina, de Avicena y El Tratado sobre los números, de Abu Said Al Maghrebi, que fueron durante siglos manuales de base en las facultades occidentales... Este aniquilamiento de una parte de nuestra propia memoria histórica ha provocado la dimisión de Martin Sullivan, asesor cultural del presidente George W. Bush, y de Gary Vikan, miembro del comité estadounidense de la propiedad cultural, «por la pasividad de las fuerzas norteamericanas ante tales actos de barbarie». Sin embargo, para el responsable en definitiva de este saqueo, Donald Rumsfeld, ministro de Defensa norteamericano, semejante atropello a la civilización humana no es comparable, según él, más que a una «algarada en los graderíos de un campo de fútbol»...