Adolfo Jiménez

| JORGE DEL CORRAL |

OPINIÓN

10 may 2003 . Actualizado a las 07:00 h.

EL ESTACAZO a José María Fidalgo propinado por el ex-trabajador de Sintel Fernando García Pérez ha sido una consecuencia directa de los métodos gansteriles del presidente del ex-comité de empresa, Adolfo Jiménez. Este personaje narcisista, irresponsable e iluminado recuerda en su actitud a Pablo Rodríguez, aquél que puso en pie de guerra a la Empresa Municipal de Transportes de Madrid (EMTM) hasta paralizarla durante semanas en un conflicto en el que no daba salidas y usaba a placer la violencia incontrolada y el desprecio al ciudadano. Cuando los responsables de la EMTM y las autoridades laborales y judiciales decidieron agarrar al toro por los cuernos, expedientar al sujeto y expulsarle de la empresa se acabó el conflicto. Con el matón de Sintel hay que emplear similares procedimientos legales si se quiere acabar con el chantaje, la mentira, la chulería y la violencia. Los trabajadores de Sintel no son más que el resto, a los que cuando su empresa quiebra se les aplica la legislación vigente, que supone indemnización, derecho al subsidio de desempleo y pago de salarios atrasados a cargo del Fondo de Garantía Salarial (Fogasa). Tras montar ese bochornoso Campamento de la Esperanza , que convirtió la mejor zona pública de Madrid en un estercolero tercermundista, a los 1.175 trabajadores se les ofreció además la recolocación. El plan contemplaba trabajo indefinido para 700 y prejubilación con baja incentivada para 475. Dos años más tarde sólo 244 han aceptado recolocarse y el resto ha rechazado hasta 965 propuestas ofertadas por empresas tan solventes como Telefónica, Abengoa, Cobra, Dragados o Isolux. La culpable de esta situación es la Asociación para la Colaboración con los Trabajadores de Sintel, de la que se ha adueñado Jiménez y que impide, a juicio del Ministerio de Trabajo, cualquier contrato, pero quizás tengan más responsabilidad Rodolfo Benito, Javier López y Marcelino Camacho, por azuzar a los trabajadores contra José María Fidalgo, y la directiva de la Academia de Cine, que otorgó demagógicamente a Jiménez y a sus compadres el premio al mejor corto cinematográfico, entregado durante la celebérrima última gala de los Goya. Desgraciadamente ese premio amenaza con ser al mejor largometraje que sobre la demagogia y la sinrazón se ha rodado en nuestro país.