A TORRE VIXÍA
17 sep 2003 . Actualizado a las 07:00 h.EL MIÑOTO es un pájaro de presa corriente en Galicia, que hace su dieta a base de reptiles. Por eso se le conoce también por el nombre vulgar de lagarteiro. Su habilidad para la caza lo hace más peligroso, por ejemplo, que una paloma, aunque su pequeño tamaño y sus técnicas de vuelo no permiten compararlo con el halcón. Y esa es la razón por la que, si tuviésemos que redactar la entrada miñoto para el diccionario Iter, podríamos resolver la papeleta diciendo que «es un ave más rapaz que la paloma pero menos que el halcón», parafraseando la más depurada definición que el añorado diccionario hacía del arenque -«pez como la sardina, pero más pequeño»-, y de la propia sardina -«pez como el arenque, pero más grande». Claro que yo soy politólogo, y no zoólogo, y por eso debo advertirles que el miñoto del que yo hablo es un concepto estratégico moderno -¡acabo de inventarlo!- que sirve para matizar la socorrida división entre halcones y palomas. Porque, vista la posición de España en la última reunión del Consejo de Seguridad, en la que se abordaba el cerco de Arafat, no es de justicia situar a Aznar entre los halcones, como Bush y Blair, ni entre las palomas, como Schröder y Chirac, ya que vamos a acabar el conflicto de Irak portándonos como miñotos: menos agresivos que los halcones, que quieren ir directamente a la chepa de Arafat, pero más agresivos que las palomas, que abogan por restaurar la legalidad y obligar a Bush a hacer explícito examen de conciencia, confesión de sus pecados, propósito de la enmienda y cumplir la penitencia. El choio de Irak nos salió mal, y, lejos de regresar cargados de petróleo y piedras preciosas, vamos a inflarnos a pagar platos rotos. El futuro del mundo es más problemático que nunca, con tensiones y conflictos que revisten las formas más diversas, desde la violencia caótica de Bagdad hasta el fracaso de la cumbre de Cancún o el crecimiento del fundamentalismo marroquí. Y Europa empieza a reordenar su política sobre la evidente primacía política de Francia y Alemania, y la tolerancia elitista e interesada con un Reino Unido que acude a Berlín con el rabo entre las piernas. Pero Aznar sigue ahí erre que erre, impartiendo lecciones de obviedad, negando sus machadas, y tratando de convencer a la gente de que siempre estuvo donde no estuvo y dijo lo que no dijo. Y por eso empieza a llenarse de contradicciones, haciendo el discurso de Bush a la hora de agredir, y haciendo de escudo humano entre Arafat y Sharon cuando vienen las consecuencias. Y es que somos como los miñotos : más duros que las palomas, pero más blandos que los halcones. O sea, como decimos en Forcarei, «nada que vai pra ningures».