ESTA SEMANA, los medios informativos hemos estado en boca de todos. También la Guardia Civil, la policía nacional, Scotland Yard, los jueces, los fiscales, los jurados populares... Pero no nos sirve de excusa ni de consuelo lo de «mal de muchos...» Desde luego nos referimos al tema que sigue acaparando la atención de la opinión pública: el desenlace de los asesinatos de Rocío Wanninkhof y de Sonia Carabantes. Es nuestro cometido reflexionar sobre la actuación de los medios de comunicación en general y sobre La Voz de Galicia en particular. Es hora de hacer examen de conciencia y a ello nos invitan varios lectores. La primera obligación de un periodista es informar con objetividad. Siempre es difícil ser objetivo, pero en el caso que nos ocupa se han rebasado los límites razonables. Un medio responsable debe resistirse a la tentación de dejarse llevar por la corriente de opinión ?y el sostenella y no enmendalla que suele venir después?; debe respetar la presunción de inocencia, juzgar sin prejuzgar y no echar leña al fuego. Debe, en definitiva, resistirse al amarillismo imperante, que tan buenos beneficios reporta a corto plazo, pero que a la postre se paga siempre con la amarga factura del descrédito. Llamada del Príncipe El príncipe Felipe nos recordó este jueves en La Voz «el papel insustituible de los medios de comunicación como termómetro de la sensibilidad colectiva e instrumento esencial para fraguar una opinión pública consciente, libre y bien fundada, tan imprescindible para interpretar y valorar los acontecimientos que directamente nos atañen y, por tanto, para garantizar la salud democrática de nuestra sociedad». La Voz de Galicia siguió el caso Wanninkhof con especial atención por su impacto en la opinión pública. Julio A. Fariñas, jefe de la sección de Reporteros, encargado de la información, nos da su impresión sobre el tema: «El caso Wanninkhof, especialmente el tema Dolores Vázquez, tenía desde el primer momento los ingredientes necesarios para convertirse en un bocado muy apetitoso para los medios de comunicación. Para La Voz, el tema tenía un interés añadido: la principal protagonista del culebrón era gallega». Presunción de inocencia «Fui encargado por el periódico de cubrir, como enviado especial, el juicio que dio comienzo en la Audiencia Provincial de Málaga el 3 de septiembre del 2001. Desde el principio me sorprendió que la mayoría de los medios daban por sentado que Dolores Vázquez era culpable, ignorando el principio constitucional de presunción de inocencia. El que La Voz apareciese por allí y abordase el tema con mayor distanciamiento que la mayoría de los medios chocó a más de uno. Un diario de difusión nacional llegó a publicar que La Voz había ido a Málaga ?a defender a Dolores Vázquez porque era gallega?. »Durante el desarrollo del juicio, que tuvo los ingredientes propios de un espectáculo circense (con público abonado que hacía cola durante horas para coger un buen puesto de observación y luego opinar ante cámaras y micrófonos), el protagonismo de los medios audiovisuales lo acaparó casi en exclusiva la familia de la víctima. Casi nadie se acercaba a recoger las opiniones de las hermanas de Loli, que no rehuía a la prensa, pero tampoco la buscaba. »El espectáculo más deprimente de todo el proceso fueron los aplausos de un sector del público, nada más escuchar el veredicto condenatorio». Autocrítica Paula Roibal Rey, de A Coruña, nos escribe un correo electrónico, en el que manifiesta: «Me gustaría saber si como dicen en la edición del día 21 se someterán ustedes también a autocrítica después de haber publicado en primera página ?El detenido por el crimen de Coín pudo haber matado por encargo a Rocío Wanninkhof?. Son ustedes tan culpables como el resto de una persecución implacable hacia una persona que, mientras no se demuestre lo contrario, es inocente». Bieito Rubido, director de La Voz, nos da la siguiente explicación: «Es cierto que cometimos la imprudencia, y por tanto el error, de darle crédito a una de las muchas informaciones recibidas en la tarde del día 20, en que fue detenido Tony Alexander King. Distintos despachos de agencia aseguraban que había trabajado a las órdenes de Dolores Vázquez. Al día siguiente, en la rueda de prensa de ésta, quedó claro que ni se conocían. Nos equivocamos, como bien señala Paula Roibal, pero en nuestro descargo quiero señalar que La Voz siempre mantuvo en este caso el principio de la presunción de inocencia y probablemente fue el diario de toda España que mejor comportamiento tuvo con Dolores Vázquez, mucho antes de que apareciese el estrangulador de Holloway. Lo que sí me gustaría es poner cierta distancia entre nuestros errores involuntarios y el tratamiento de otros medios, en especial determinados programas de televisión. Para ello voy a recurrir a dos argumentos de autoridad. Uno lo escribió David Randall y aseguraba que todos los diarios se producen en ?aproximadamente 15 horas por un grupo de seres humanos falibles, que desde despachos atestados tratan de averiguar qué ha ocurrido en el mundo recurriendo a personas que a veces son remisas a contárselo?. Y esto creo que fue lo que nos ocurrió el día 20 con las fuentes oficiosas que manejábamos. »El otro lo escribió Phil Graham, en 1948, a la sazón editor de The Washington Post: ?La necesaria prisa con la que trabajamos en la elaboración de un diario nos conduce a veces, pese a nuestra minuciosidad, a errores inevitables. Con frecuencia, los críticos interpretan dichos errores como resultado de una malicia totalmente inexistente, y los magnifican como prueba de nuestros pecados. Los periódicos responsables están dispuestos a corregir cualquier error con el mismo celo con el que intentan no cometerlos?. Pues eso, la diferencia entre unos y otros, es que nosotros estamos decididos a hacer cada día un periódico mejor, que tenga como punto de partida el reconocimiento de nuestras limitaciones».