El precio de la alianza

| FERNANDO ÓNEGA |

OPINIÓN

09 oct 2003 . Actualizado a las 07:00 h.

CADA DÍA, un muerto. El último, un funcionario español asesinado en Bagdad. La crónica política está derivando a crónica necrológica. Las noticias de sucesos, terroristas o de pura delincuencia, ocupan el espacio tradicional de la información política. Y algo peor: están marcando la agenda de gobernantes y legisladores, que adoptan decisiones según los impulsos de disparos y agresiones. También de la oposición, que parece navegar en la necrofilia y construye sus discursos y críticas al Gobierno sobre cadáveres todavía calientes. A su juicio, los ministros son culpables de que Alexander King estuviera en España, de tanto accidente de tráfico, de que una panda mate a un seguidor del Dépor, o del asesinato de un diplomático. La consigna parece ser: «Dame un muerto, que ya miraré a qué ministro se lo coloco». El cadáver de José Antonio Bernal le ha tocado a la ministra de Exteriores, Ana Palacio, porque era personal diplomático. Pero también al presidente Aznar, que por ello convocó urgentemente a sus asesores y ordenó aumentar las medidas de seguridad en Bagdad. Después de cada defunción se aumentan las medidas de seguridad. Que nadie diga que no se reacciona o que somos insensibles ante la muerte, como parecía insinuarse cuando se empezó a filtrar que Bernal hacía labores de información (léase espionaje) para el CNI, como si eso dulcificara la terrible noticia. El único hecho cierto, triste, lamentable y dramático es que otro español ha muerto en Irak. Y además, como dice el ministro portavoz, Eduardo Zaplana, en «un acto selectivo», porque los asesinos buscaban «una persona concreta». Esta vez no fue un error de los americanos, ni una víctima aleatoria de un atentado masivo. Fueron a por Bernal. Y le segaron la vida. No se puede descartar la idea de que la estrategia terrorista de la resistencia trata de asustar al cuerpo diplomático occidental para engrosar la imagen de caos que ha dejado la ocupación americana. Por la misma lógica, y dado que se buscó a «una persona concreta», se eligió a un español. Es decir, a un funcionario de un país que prestó su apoyo a la guerra y ahora tiene allí a sus tropas en labores de reconstrucción, pero alguien puede manipular diciendo que son tareas de ocupación. Al reflejar esta obviedad, no trato de decir nada. Ni siquiera de sumarme a quienes aprovechan el crimen para reprocharle a Aznar que nos haya implicado tanto. No se puede ser tan oportunista. Trato, únicamente, de decir que hemos empezado a pagar el precio de nuestra alianza. Como dijo Jeb , el hermano de Bush, obtendremos grandes beneficios por nuestro generoso apoyo a los Estados Unidos. Pero a ver cómo se lo explican a la familia de José Antonio Bernal.