Para enviar preguntas: UNA AMABLE lectora, usa el correo electrónico que.es@lavoz.es para plantearme una cuestión personal, a la que le he respondido directamente y otra que considero de interés general: ¿qué significa el residuo seco que figura en las botellas de agua envasada?, y ¿qué deberíamos mirar en la composición química para beber la mejor agua? La segunda pregunta no la sé contestar. El residuo seco, como su nombre indica, es lo que queda al evaporar el agua. Corresponde, por tanto, a todas las sales disueltas en el agua envasada. El residuo seco se determina sometiendo el agua a una temperatura de 180 ºC. Cuanto mayor sea el residuo seco, más cantidad de sales tiene el agua. Las aguas de bebida envasadas están reguladas por el Real Decreto 1074/2002 (BOE de 25-10-2002). En él se clasifican en: agua mineral natural, agua de manantial, aguas preparadas, aguas de consumo público envasadas. Las aguas minerales naturales son las de mayor consumo y están obligadas a incluir en las etiquetas los resultados de los análisis físicoquímicos, que han de realizarse al menos cada cinco años. Entre los datos de ese análisis figura el residuo seco. El agua mineral natural es de mineralización muy débil cuando el residuo seco es inferior o igual a 50 mg/litro. De mineralización débil cuando el residuo seco es inferior o igual a 500 mg/litro. Las de mineralización fuerte tienen un residuo seco de más de 1500 mg/litro. Entre las aguas gallegas, de las que tengo etiquetas, sólo una ( Agua Sana , de Froíz ) es de mineralización muy débil (34 mg/litro, análisis del 2002). El resto son de mineralización débil. Indico los nombres comerciales y, entre paréntesis el residuo seco en mg/litro y el año del análisis: Cabreiroá (178, 2002), Fontecelta (285, 1999), Fontoira (169, 2000), Fuente del Val (187, 2000), Mondariz (192, 2000), Sanxinés (82, 2001), Sousas (132, 2001). No soy el único que afirma que los términos derecha e izquierda aplicados a la política están completamente obsoletos, superados por el tiempo y el espacio. Sólo algunos nostálgicos añoran el puño cerrado o la mano alzada. También algunos mozalbetes, tocando y bailando de oídas, desperdician tristemente un tiempo que podrían dedicar a la formación, el estudio o el trabajo para contribuir a hacer más soportable y llevadero el noble fin de ejercer de ciudadano. Aún así, en nuestros días se atribuye a la derecha la organización de la sociedad fomentando la iniciativa privada, y a la izquierda la misma labor desde una perspectiva pública. Ambos modelos tienen sus pros y sus contras. Sus virtudes y miserias. Todo tiene soluciones a corto, medio o largo plazo si lo que prima es el diálogo honesto y el consenso honrado. Nunca -estoy hablando de España y la UE- se logrará o se mantendrá un estado de bienestar con modelos radicales ya caducos de uno u otro color. Ejemplo de ello, salvo cuando hay que contentar a la masa con las soflamas propias de las campañas electorales, muchas veces desvirtuando la realidad, las formaciones políticas hacen su particular viaje al deseado centro, término que hace más de un cuarto de siglo emplearon muchas personas artífices de la transición a la democracia. Centrista, progresista o populista, la política ejercida en España en estos 25 años ha sabido encauzar su ejercicio por caminos de convivencia y paz. Los herederos del pasado supieron hace cinco lustros elaborar una Carta Magna que nos permitió hasta el día de hoy vivir dentro de unos parámetros aceptables de dignidad. Todos cedieron su parte en beneficio de la comunidad. Hay personas y grupos humanos que lo pasan mal, no se puede negar, pero desde las distintas instituciones creadas al amparo de esa Carta se intenta paliar, si no solucionar, los problemas que afectan a toda la ciudadanía. Todo es manifiestamente mejorable, también la Constitución, pero sería conveniente que no se perdiera el espíritu con que se elaboró la actual. Xesús M. Casáis Pego . Ribeira. La A-9 tiene un último tramo a Ferrol que estuvo en obras hasta hace unas semanas, pero que últimamente está sin obra alguna y cerrada a la espera de no se sabe qué. Mientras tanto, tenemos que entrar a Ferrol por un trayecto peligroso que, en el puente, cuando llueve, el agua cruza la mediana y los charcos son más insistentes. Para rizar el rizo, cada día el puente se agrieta más, y sobre las siete y media de la mañana es toda una odisea: unos días el puente está sin luz, otras veces inundado. Da la impresión de que Fomento quiere que haya algún accidente más antes de abrirlo. Y los políticos, esos que hacen declaraciones por no se sabe qué, están desaparecidos a la hora de exigir la apertura de algo que está acabado. ¿O será que tienen miedo de que se llegue a Ferrol pronto y podamos escapar todos los habitantes? Ferrol.