ANDAN los analistas finos de este foro, muy afanados en desentrañar (que viene a ser como sacarle la entraña pero con guante) las intenciones del nuevo presidente del PNV, Josu Jon Imaz. Y la verdad es que casi todo lo que se oye, y lo que se lee, no puede ser más desconcertante. Si no fuera porque todo suena sintomáticamente familiar, cantinela conocida, argumentario tan manoseado como insolvente... Así, nos enteramos de dos cosas de profundo calado político, las cuales son que Xavier Arzalluz era (es) el nacionalista malo, el demonio aberzale, la causa de todas las desgracias que padece Euskadi, y que Josu Jon Imaz resulta ser la gran esperanza blanca, el que va a corregir el rumbo equivocado, o sea, el nacionalista bueno... A partir de este principio maniqueo, interesadamente establecido, se le concede a Imaz un indeterminado periodo de gracia, que no sé yo si va a llegar a los reglamentarios cien días. Porque es un plazo que tiene una fecha de caducidad: la primera vez que el nuevo presidente del PNV quiera dejar claro algo realmente imperdonable, como es su condición de nacionalista y su decidida voluntad de comportarse como tal... Porque es bien cierto que el discurso de Imaz suena bien. Es verdad que su forma de afrontar la realidad de la división de la sociedad vasca, en dos bloques irreconciliables, es una decidida apuesta por esa política de puentes entre las dos orillas que tanto necesita el País Vasco. (Sólo porque les ha arruinado el discurso a los agoreros de la catástrofe, instalados en las plataformas del protagonismo personal, ya merece la pena). Pero no es menos cierto que esta historia ya viene de lejos y que nos conocemos todos. Tanto que resulta grotesco que se pretenda introducir la tentación del adanismo, que tanto le gustaba a Aznar, también en el interior del PNV. O, dicho de otra manera, que se pretenda olvidar que la política de cohabitación forma parte de las señas de identidad de la cultura democrática del mejor PNV. Aquél que compartió el gobierno y la acción política con los socialistas. Ese PNV, por cierto, lo presidía Arzalluz, que, por lo que se oye y se lee a los finos analistas del foro, no ha dejado ninguna herencia a su sucesor, como no sea odio y confrontación. Lástima que se den al olvido los testimonios de sospechosos nacionalistas como Guerra, Corcuera, Benegas sobre la forma de estar en la política del PNV, antes de que llegara Aznar a descubrir la Constitución y aun la democracia. Lástima que esa forma de estar en la política, y en la vida, le impida a Arzalluz revelar las conversaciones con aquel Aznar que llegó a identificar a ETA como Movimiento Nacional de Liberacion Vasco . Lástima. Así que a Imaz le quedan dos días. Los que tarde en decir que es nacionalista. ¡Si es que son!