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La lejía, ojo a las mezclas

| MANUEL-LUIS CASALDERREY |

OPINIÓN

23 feb 2004 . Actualizado a las 06:00 h.

LA LEJÍA es una disolución de hipoclorito sódico en agua, como se puede comprobar al leer la etiqueta de cualquier envase La concentración de hipoclorito sódico en la lejía se expresa en gramos de cloro activo por litro de disolución y su valor suele estar alrededor de los 50 g de cloro por litro de lejía. En consecuencia, el hipoclorito sódico (NaOCl) es un producto químico positivo, muy usado en la desinfección y limpieza. El hipoclorito de sodio de la lejía mata los gérmenes conocidos, por lo que es muy eficaz para prevenir las acciones de bacterias y virus que amenacen la salud de los seres humanos o de otros animales. El hipoclorito es un oxidante muy fuerte y los virus y bacterias son extremadamente sensibles a la oxidación. Debido a ello se emplea para clorar el agua potable. La operación se puede llevar a cabo añadiendo gas cloro directamente o con hipoclorito. En ambos casos se obtiene una disolución diluida de hipoclorito. Cuando se consume agua no clorada, puede añadírsele una o dos gotas de lejía (por litro de agua), para eliminar los gérmenes patógenos que pueden provocar trastornos de salud. Además del agua de bebida, también se clora el agua de las piscinas. El hipoclorito sódico de la lejía es muy adecuado para esterilizar retretes, lavabos, encimeras de cocinas, etc. Se ha de tener la precaución de no mezclarlo con alguna sustancia ácida (agua fuerte, por ejemplo), ya que el ácido neutraliza la disolución básica del hipoclorito y propicia la liberación de cloro libre. Esta acción es la responsable de muchas intoxicaciones por el mal uso del producto y no por la lejía. El hipoclorito se usaba como blanqueante en la fabricación de pasta de papel. La guerra de los ecologistas al cloro ha hecho que se sustituya por otros, cuyo principio activo es el oxígeno en vez del cloro.