LAS TOMAS de posesión renuevan los dimes y los diretes de si juras o si prometes ¡hermoso pareado! Hace años segregué unos dicharaches sobre jurar o prometer y ahora recunco sin otra novedad que saludar ese parajódico decirnos que «Fulano promete el cargo», cuando Fulano no promete ningún cargo a nadie, sino que toma posesión del que le prometieron. La retoriquilla del asunto es que la derecha jura porque le molan las pompas con Dios por medio, que para algo es suyo. La izquierda, autoproclamada flor de la coherencia ética, no jura porque eso es cosa confesional, y sobra con que se digne prometer. De lo que luego venga, y tantas veces vino y vendrá con unos y con otros, ya hablaremos en otro momento y en presencia de mi abogado; ahora baste con recordar aquello de «Haz como yo digo, pero no como yo hago». Al fondo, para unos y para otros, con música de trompetas celestiales, los coros angélicos cantan urbi et orbi aquella cantata de Bach que dice: «Para puros, en la Habana; para fieles, los Difuntos». Y todo se nos queda en words, words, words... , en retórica hueca, pero hueca para el mejor relleno posible, el de la ley ante la que respondes de tus abusos, prevaricaciones, negligencias..., en el ejercicio de tu política y de tu cargo político. Al fondo, con música de trompetas celestiales, los coros angélicos cantan urbi et orbi aquel motete de Bach que dice «¡Vaiche boa, Vilaboa!». Desde que dijeron que jurar implicaba el Santo Nombre de Dios, el segundo mandamiento se infringió con tanto disfrute y más renta que el sexto Se nos aguó el verbo jurar y hasta hubo conjuras para jurar y perjurar a esgalla con impunidad y alevosía las 24 horas del día. Sólo sé de un caso, y no pasa de leyenda de Zorrilla, en que Cristo fue testigo de un juramento de matrimonio y se tomó la molestia de jurar luego Él para dejar al macho Don Diego en evidencia y dar su razón a Doña Inés. Si el rayo de la cólera divina fuera tan cierto y previsible como el Código Penal, se juraba menos. Pero, por fortuna, eso del rayo de la cólera divina, e incluso lo de la cólera divina sin rayo, es una majadería impronunciable. Digan lo que digan Academia y Catecismo, jurar en Derecho y Política ajustada a Derecho no es andar jugando a poner a Dios por testigo. Sobran el Crucifijo y la Biblia, pongan una Constitución y un Código Penal y vayan entrando todos a jurar, sabiendo que jurar un cargo es reconocer que todo cuanto se haga en él queda sometido a Derecho, a lo que los romanos llamaban ius y del que derivan iurare y iuramentum . Bueno, si prefieren, prometan, pues lo importante es que leyes y códigos siguen encima, atentos a que las promesas de los políticos en toma de posesión nunca sean palabras a lo María Sarmiento. Creo que se debe jurar y hay que promocionar el juramento: por cada juramento, un Bono, y con diez Bonos un viaje a La Mancha.