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Un círculo de tiza sólo para políticos

| GERARDO GONZÁLEZ MARTÍN |

OPINIÓN

19 ago 2004 . Actualizado a las 07:00 h.

LA COMISIÓN DEL 11-M no es serpiente de verano. Mas semeja monstruo del lago Ness, que aparece en las cuatro estaciones, pero nadie sabe muy bien qué es. Ahora ha sido López Garrido, secretario general del Grupo Parlamentario Socialista, quien la ha puesto de actualidad, lo que probablemente no deseábamos muchos españoles, más hartos de la comisión que del jaleado triunfo de María Quintanal en Grecia. López Garrido es unos de esos políticos que probablemente ha sido considerado por bastantes, no sin razón, como hombre con gancho, con interesantes alternativas, cuando estaba en la oposición. Ahora puede parecer que está próximo a hacer bueno aquello de Bertold Brech, de «primero la comida, luego la moral», cita que le resultará grata a quien militó en IU. Así como a los toreros se les atribuye el valor cuando se acercan al toro, muchos políticos, cuando se aproximan al poder producen la impresión de haber perdido parte de las virtudes que les adornaban. El dirigente socialista ha dado por hecho que José María Aznar no debe comparecer en la comisión, lo que ha indignado al menos a PP, IU, ERC y PNV. El primero, porque aseguran sus dirigentes que Aznar estaría dispuesto a comparecer, los demás porque no quieren que el ex presidente se marche de rositas sin sufrir el calvario de la comparecencia. Y lo cierto es que el argumento de López Garrido para negar esa posibilidad es endeble: si da por hecho que Aznar va a mentir, mejor para el socialista y su partido, que serían los beneficiarios de esa actitud indigna. Después de este grave prejuicio, no puede tener López Garrido la falsa delicadeza de asegurar que son partidarios de que un antiguo presidente de gobierno solo comparezca en casos muy justificados. No solo el argumento sino también la actitud más sorprendente en un político progresista (aferrado antes y ahora a siglas que han hecho bandera de la participación de todos en la política), es que Diego López Garrido niegue la llamada a José María Aznar porque es una persona fuera de la política que ya no ocupa ningún cargo público. Es vulgar esa distinción entre políticos en ejercicio y los demás ciudadanos, especialmente en un hombre de la trayectoria y la formación del socialista. Hay que recurrir otra vez a Bertold Brech para decir que suena a eso de pintar el círculo de tiza, obligadamente caucasiano, para que dentro se acomoden los ungidos, los elegidos, y los de fuera seamos unos simples mirones de la vida pública. Lástima de López Garrido, cuando hace pensar que en él cualquier tiempo pasado fue mejor.