MORIR SIN saber quién eres. Morir sin saber lo que has hecho. Así ha terminado sus días mi admirado boxeador Fred Galiana, una gloria nacional de la España fajadora de los años cincuenta, que pugnaba por salir de la miseria. Galiana fue uno de esos nombres que, como los de Bahamontes o Santana, llenaron de alegría los corazones hispanos, que sorteaban así la penuria y desalojaban la tristeza. Se proclamó campeón de Europa del peso pluma en Paris el 3 de noviembre de 1955, al derrotar a un Ray Famechon que llevaba siete años imbatido. Galiana acabó con él en seis asaltos, y en su pueblo, Quintanar de la Orden (Toledo), quisieron dedicarle la calle principal. No pudo ser. Las autoridades del régimen dijeron que esa calle estaba bien como estaba: dedicada a Franco. Lo conocí (a Fred Galiana, no a Franco) en su cafetería de la calle de Alcalá cuando yo era un mozalbete. Le hice rememorar sus mejores combates. Entonces recordaba cada detalle de su brillante carrera. Era un gusto escucharlo. Después (creo que la cafetería no fue bien) ya no supe de él. Y cuando oí de su muerte, el pasado día 11, recordé con tristeza todo lo que él, vencido por el mal de alzhéimer, había olvidado hacía mucho, y para siempre. Qué pena. Morir sin saber quién eres...