UNA MARIPOSA aletea en un lugar y desencadena un tifón en sus antípodas. La historia se ha contado en abundancia durante los últimos años, y resulta útil como parábola de unos tiempos revueltos e inciertos, sujetos en cierto modo a un orden retributivo cercano a la manera en que conciben los budistas el universo; goza de cierta elegancia retórica, y su dibujo mental es muy vistoso. Pero todo eso no quiere decir que se le dé mucho crédito, quizá por lo que tiene de simetría imposible o por el mucho aire frío que le puede poner a uno súbitamente en la nuca. Hay también en su argumento una mecánica perversa del círculo vicioso, cuyo aspecto más siniestro encuentra coincidencia, por ejemplo, con lo que Alan y Nancy Colchester opinan sobre las vacas locas. El primero trabaja en la Universidad de Kent, y la segunda en la de Edimburgo, y ambos han publicado en la revista médica Lancet un informe sobre la enfermedad de las vacas locas: la encefalopatía espongiforme bovina, aparecida en las islas Británicas en los ochenta, con episodios posteriores en más de veinte países. Se supone que la enfermedad aparece en el ganado alimentado con piensos contaminados por los restos de ganado enfermo. Esa suposición no ha llevado a aclarar cómo contrae la enfermedad la primera vaca que enferma y que, supuestamente, contaminará al resto, ni el proceso por el que el ganado enfermo consumido por el hombre puede producir una mortandad que alcanza ya las ciento cincuenta víctimas. Los Colchester sitúan el origen del mal en las antípodas, en relación con una pesquisa realizada en puertos franceses y belgas donde tuvieron lugar varios incidentes en torno a la importación de alimentos manipulados de un modo fraudulento. La investigación, desarrollada entre 1960 y el 2001, tuvo como efecto la reorganización de una factoría británica de piensos que importaba de la India su materia prima. Según los Colchester, la enfermedad no tendría su origen en la vaca, cuyo papel vendría a ser el de mera portadora. Durante las décadas de los sesenta y setenta, el Reino Unido importó de la India toneladas de carne y huesos animales para ser utilizadas en la elaboración de piensos y fertilizantes. El problema, siempre según el informe Colchester, comenzaría a partir de la mezcla en origen de ese material animal con los restos humanos que ciertos ritos funerarios hindúes arrojan a las aguas del Ganges. De ser así, la materia prima importada entrañaría una contaminación en el alimento del animal y una transferencia patológica a su consumidor. Esa patología transferida del cadáver humano a la bestia y de ésta al humano que se la come, daría lugar a la mutación de proteínas causante de los estragos neurológicos de la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob, la variedad humana de la encefalopatía espongiforme bovina o mal de las vacas locas. Es un modo de ver las cosas que no sólo coloca la metáfora de la mariposa en una perspectiva más concreta y macabra. También insinúa una razón taimada de lo muy prohibido que tienen los hindúes el consumo de la vaca.