Regístrate gratis y recibe en tu correo las principales noticias del día

Sectas, creencias o religiones

RAMÓN CHAO

OPINIÓN

01 dic 2005 . Actualizado a las 06:00 h.

DESDE hace unas semanas no para uno de viajar: Nantes, Barcelona, Santander, Compostela, Montpellier y otra vez Cataluña, todo en dos semanas. Entre viaje y viaje me beneficié de una intervención prostática que me dejó remozado y más operativo que nunca. La última etapa fue la de Montpellier, donde asistí a una reunión cubano-francesa y presenté mi última novela, Porque Cuba eres tú. Uno de los cubanos nos enseñó la revista Temas, editada en La Habana, de una calidad y apertura realmente encomiables. Todos sus contenidos dieron pie a debates y porfías, mas sin duda el más polémico fue el titulado Antropología de la religión: un recorrido crítico, de la italiana Alexandra Clattini. En primer lugar, la autora define así lo que es la religión: un conjunto de prácticas y creencias que se refiere de manera particular a la dimensión social. En consecuencia, existen diferencias en cuanto a la forma en que se desarrollan esas funciones en cada tipo de organización. Gran importancia tiene el miedo del hombre primitivo ante el espectáculo de la naturaleza, con sus convulsiones y cataclismos. Las leyes asociativas de la magia constituyen la primera tentativa del hombre de establecer relaciones de causa a efecto entre las cosas. Después de los negativos resultados de las prácticas mágicas, el hombre las abandona, y para controlar el curso de los hechos se confía a las divinidades, que procura atraer con actos de culto. Un disertante reconoció que estas reacciones son aceptables en sus contextos, pero no admitió el dominio de la teología, llegando a mantener que la religión no es un don divino, sino el resultado de la historia humana, de las características mentales específicas del hombre. Como Nietzsche dejó dicho que «lo que enloquece a la gente no es la duda, sino la certidumbre», estudiamos qué religión, secta o creencia ha estado más segura de poseer la verdad en todo lo que va de historia. ¿Habrá sido la que aniquiló a los maniqueos a principios de nuestra era, decapitó a Prisciliano y a sus seguidores en el siglo IV, liquidó a los bogomilos (los amados de Dios) en el siglo XI en Bulgaria; la que inició en 1205 la cruzada contra los cátaros o albigenses, exterminándolos bajo la consigna de «matadlos a todos, Dios reconocerá a los suyos»; la que la prosiguió en el siglo XIII e instituyó la Inquisición con sus cadalsos, suplicios y hogueras; la que llevó la cruz y la espada al nuevo continente; la que persiguió a los iluminados de Sevilla, a Juan de la Cruz; la que el 24 de agosto de 1572 perpetró la masacre de san Bartolomé, una de las páginas más sombrías de la historia de Francia y en la que murieron miles de protestantes; la que a mediados del siglo pasado bendijo los aviones nazis, luchó contra la legalidad en la guerra de España, se calló durante el genocidio de judíos, y hoy niega a sus seguidores (sobre todo a los africanos) la utilización del preservativo y trata de mantener los privilegios que había adquirido en tiempos pasados, que hoy le niegan la mayoría de los ciudadanos? No nos dio tiempo a examinar la trayectoria de otras sectas, creencias o religiones. Sin duda, las monoteístas ofrecen méritos sobrados para figurar en el palmarés. Quedamos en que cada cual miraría por su lado y en una futura reunión sacaríamos conclusiones.