LA ACTIVIDAD editorial de la Academia Española está tomando un ritmo compensatorio de la parsimonia de antaño. Ante algunas aparentes contradicciones entre pronunciamientos recientes hay quien se pregunta si falta una cabeza que unifique criterios. El novedoso Diccionario panhispánico de dudas (DPD) nos dice que acefalia ('carencia de cabeza' e 'inexistencia de jefe en una sociedad o comunidad') se pronuncia con diptongo entre las dos vocales finales. «No es correcta -subraya- la forma con hiato acefalía ». El lector aficionado a la consulta del Diccionario de la lengua española (DRAE) puede sorprenderse de la facilidad con la que la casa reconoce un error... si lo es. Pues la voz en cuestión está en el DRAE desde 1884, y siempre con tilde sobre la i : acefalía. No cabe descartar que el cambio de acentuación responda a una postura común de los redactores de ambas obras, pero si es así no se ha visto reflejado en la versión del DRAE en Internet, ya floreciente de enmiendas y adiciones. No es el caso de acefalia, que permanece como acefalía . ¿Hay razón para el cambio? Es probable. El hablante puede percibir en este sustantivo el elemento compositivo -cefalia, que indica estado o cualidad de la cabeza. En ninguno de los otros nombres en los que aparece está tildado: bicefalia, tricefalia, braquicefalia, dolicocefalia, macrocefalia, microcefalia, hidrocefalia, mesocefalia, anencefalia, colpocefalia, etcétera. En un caso así, en que chocan la etimología y la forma registrada durante tanto tiempo por el Diccionario, cabría recurrir al tribunal de la calle y optar por el uso mayoritario. No estamos, sin embargo, ante una palabra que se escuche con frecuencia. No es, al menos, la que los aficionados al fútbol emplean el lunes para referirse a la falta de liderazgo en un equipo o a que ningún delantero de otro club tuvo tino bastante para dar con la testa a un balón que se paseó por alto ante la portería del adversario. El caso podría convertirse en todo un problema si en algún momento nuestro Parlamento se plantea la necesidad de obrar como el argentino, que en su producción legislativa tiene una Ley de Acefalía Presidencial, del 2002, y otra de Acefalía del Poder Ejecutivo. Cuando falta cabeza, siempre hay una cabeza para remediarlo. hablar.bien@lavoz.es