Regístrate gratis y recibe en tu correo las principales noticias del día

La verdad os hará libres

| GERARDO G. MARTÍN |

OPINIÓN

22 dic 2005 . Actualizado a las 06:00 h.

EN VARIAS de las casas de la actual Cope, cadena en la que tuve responsabilidades, leí con satisfacción el cartel repetido: «La verdad os hará libres». Hoy, en aras de la supuesta libertad de expresión de algunos, en esos y en otros medios parece no primar otra verdad que la de los resultados de audiencia y, consiguientemente, económicos. No importa, en fin, que caigan en la contradicción de tener en sus filas profesionales a algún que otro malabarista del circo informativo, de la crítica unidireccional, de los datos apurados hasta que sirvan de flecha contra el objetivo prefijado... Cuando recuerdo aquellas casas liberales que en tiempos se llamaban Radio Popular, a las que podían calificar indistintamente de Radio Bonete o de Radio Roja, según el grado de compromiso de los profesionales y la tolerancia y orientación política del radioescucha, tengo la impresión de que nuestra Iglesia ha vivido la transición del revés. No estoy tan cerca como para saber si se ha pasado de los pobres a los ricos, pero todo indica que, informativamente, su buque insignia vive más en la ultraderecha que en las zonas templadas que siempre le fueron bien a la Iglesia y sobre todo a la sociedad a la que debe servir. El problema no sólo está en que la Cope haya sido asaltada por unos profesionales mesiánicos, ni que dentro del caballo de Troya haya cómplices que lo admiten, quizá sólo para que aumente la bolsa. El problema radica en que con demasiada frecuencia se le llena la boca a mucha gente en este país con la libertad de expresión y muy pocas veces con los derechos de las posibles víctimas de ese sacrosanto derecho. Y por medio, los tribunales de justicia, con sentencias que eximen de culpa a los políticos que dicen lo que quieren y se les antoja, incluso llamar jefe de torturadores al Rey, con toda alegría y sin ninguna prueba. Hay que temblar cuando pienses que si llaman a tu teléfono a las seis de la mañana, a la peor no es el lechero, sino cualquier Jiménez Losantos de Dios o del diablo.