LUÍS VENTOSO
02 ene 2006 . Actualizado a las 06:00 h.PARA JOSÉ Saramago, Nobel de Literatura portugués, veterano luchador comunista afincado bajo el sol eterno de Canarias, los centros comerciales son los nuevos templos del mal y el consumismo constituye el becerro de oro de este desdichado tiempo nuestro. Lo notable es que su condena del consumismo es compartida por multitud de militantes de la corrección política, que cambian de buga innecesariamente cada seis años y son más frívolos que el peluquero de Guti. Los saramagos , paladines del pesimismo más lúgubre, añaden un vaticinio: «La gente vive por encima de sus posibilidades y esto se va a pique ya». Pero la realidad pasa de dogmas. Ese consumismo enloquecido sostiene la economía, da trabajo, dispara las posibilidades de ocio y pone en órbita a países donde la miseria era una peste endémica (China, la India, Corea, Brasil). A pesar de las trompetas apocalípticas de los saramagos , cada vez vivimos más y mejor. La lacerante situación de África era el estado general de parte del hemisferio norte hace sólo dos siglos. (Y ya puestos: ¿Dónde vende Saramago sus best sellers?, ¿los reserva para las entrañables librerías de barrio¿ o acaso los lleva a los abominables centros comerciales?).