¿HABÍA descubierto la piedra filosofal para alcanzar una solución aceptable para israelíes y palestinos? ¿Había encontrado una vía de diálogo tan creíble y convincente como para dar -como dio- el salto político más arriesgado e inesperado de su larga carrera política, de más de medio siglo? No hay respuestas, sólo enigmas. Ariel Sharon se debate entre la vida y la muerte, y aunque sobreviva a su derrame cerebral, es casi seguro que no podrá volver a ejercer como primer ministro. Un desconcierto explicable reina en ambas partes en conflicto. El temible halcón, que tantos años destacó por un sionismo intolerante, se había convertido en los últimos tiempos en un estadista comprometido con la necesidad de forjar una convivencia palestino-israelí duradera. Sus sorprendidos correligionarios se dedicaron a entorpecer su labor, pero Ariel Sharon no se detuvo y, hace sólo seis semanas, provocó un verdadero cataclismo político al abandonar el Likud, el partido que formó con Menagem Begin a comienzos de los setenta, y fundar Kadima (Adelante), un partido político al que las encuestas daban y dan como gran favorito en las elecciones de marzo. Porque lo increíble había ocurrido: el viejo guerrero se había convertido en el mejor garante de una oferta de paz. ¿Cuál? ¿En qué consistía? Nadie lo sabe a ciencia cierta. Pero no es creíble que Sharon se embarcase en una travesía política tan arriesgada si no tuviese garantías de que su oferta de paz gozase del beneplácito palestino. Era su baza, la que le iba a otorgar la victoria. ¿Qué va a pasar ahora? Sharon no era un entusiasta del diálogo (se vio en su forma de salir de Gaza), pero se había convertido en un gobernante deseoso de lograr la paz a un precio razonable. Y tenía la fuerza necesaria para arrastrar a su pueblo en esta dirección. Por eso se va a notar su ausencia. El líder del Likud, Netanyahu, es un peligro para la paz. El jefe de los laboristas, Amir Peretz, es sólo un buen sindicalista. El heredero de Sharon en Kadima, Ehud Olmert, no pasa de oscuro segundón. Y el veterano Simon Peres no tiene el apoyo suficiente para liderar el legado..., aunque quizá sea uno de los pocos que conocen el secreto en que fundaba sus esperanzas Sharon.