SE ESTRENA EN MADRID «DON JUAN TENORIO»
27 mar 2006 . Actualizado a las 07:00 h.El Don Juan Tenorio de Zorrilla es una reelaboración al gusto romántico de uno de los mitos más sugestivos de la cultura española. Mito que sin embargo alcanza su mayor perfección estética en el Don Juan de Mozart, con libreto de Da Ponte, es decir, en el ámbito universal de la música y la cultura. Reelaboración a la que no es ajena la tormentosa relación paternofilial del autor, pues el padre de Zorrilla, magistrado de la Audiencia, era absolutista furibundo y ni siquiera tras el intento de reconciliación que supone el Tenorio hubo de perdonarle nunca que colgara sus estudios de Derecho para leer a Espronceda o pasear a la luz de la luna por los cementerios. Pero si el mito es muy español (romances, El burlador de Sevilla, Margarita la tornera, No hay plazo que no se cumpla, etcétera) y tiene su origen según las investigaciones de Marañón en los alumbrados, no hay que olvidar dentro de esta españolidad las grandes influencias de la antropología gallega: la vieja tradición de los convites junto al altar en los funerales y días de difuntos. Y, por supuesto, la tradición metapsíquica de la Huestia o Santa Compaña, cortejo astral que avisa y acompaña luego al alma del que está pronto a fallecer. Así, los fantasmas del comendador o de doña Inés al Tenorio. Mas en lo referente a las relaciones entre el amor y la muerte, o el conmovedor tema del rescate por el amor, cabe encontrar antecedentes remotos nada más y menos que en la más noble y antigua tradición mistérica griega; así, el mito de Orfeo y Eurídice, tema de los misterios iniciáticos órficos o en el Alcestes de Eurípides. Mito inspirador también de grandes obras de Monteverdi, Haydn o las sublimes de Gluck. Rescate del alma caída en la materia gracias al poder espiritual del amor, la fuerza más potente del universo, capaz de mover los cielos y las estrellas, si hacemos caso a Dante, otro magistral viajero por el mundo de ultratumba, acompañado en su viaje por el símbolo de la poesía. Siempre arte y amor fijando los límites de la condición humana como Leitmotiv de la cultura de siempre. Pero para buena parte de la juventud española actual, que paradójicamente compagina su antiamericanismo rampante con la adopción acrítica de muchas de las modas propias de la cultura yanqui como el frívolo Halloween, la presencia del don Juan cuando el sol muere por Todos los Santos según el calendario cristiano, forma parte del pasado. De aquellos tiempos en que había normas y, por tanto, transgresión y libertinaje. Y sus ripios antes tan repetidos y tan tópicos resultan más ya una curiosidad de museo, un anacronismo para la jerga del SMS, que una forma elemental de comprensión de la vida y de educación popular de los sentimientos que permite el teatro. Fuera de las preocupaciones cotidianas, el sentido de lo trascendente o de lo numinoso, don Juan resulta un ridículo transgresor de aquellos tiempos atrasados anteriores al botellón. Y la ciencia médica discrepa: Si nuestro Marañón considera el donjuanismo propio de gentes inmaduras, un mal de la adolescencia, cuando no un síntoma incluso de homosexualidad larvada y no asumida, en cambio Jung, el discípulo de Freud patrocinador de un psicoanálisis ario, quizás pueda ver en la figura de don Juan, más que un mal cristiano arrepentido, todo un héroe pagano. Un agente de esa pretendida recuperación del bienestar psicológico que habría de permitir la poligamia y el amor libre. Y en ejercicio de la sexualidad, una forma de gnosis, elevación espiritual, de la unión del animus anima. Sea el dios de la clemencia el dios de don Juan Tenorio o sea el gnóstico de Jung, el mito de don Juan seguirá vivo mientras hombres y mujeres no confundan tanto sus roles como para darse cuenta de que son complementarios.