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La huella del lince

| ALFONSO DE LA VEGA |

OPINIÓN

31 mar 2006 . Actualizado a las 07:00 h.

LA MINISTRA Narbona está muy preocupada porque han aparecido unas heces de lince ibérico junto a la carretera 501, cuyo desdoblamiento promueve la Comunidad de Madrid, de modo que la ministra de la cosa ecológica, igual que el comandante de la copla, llegó y mandó parar. Si el lince ibérico es especie amenazada, la ministra de ZP pertenece a la abundante especie posmoderna. Este posmodernismo sin criterio, ni ética, ni razón ilustrada o sin ilustrar, que se preocupa más del fantasma de un lince del que sólo se han visto sus supuestas heces que de lo que les pueda pasar a los antiguos pero siempre reales ciudadanos conductores, ahora transformados en consumidores de puntos perseguibles de oficio o en sufridos usuarios del atasco y los riesgos viarios correspondientes. Pero no es el ecologismo a la violeta de quienes quizás nunca han estado en el campo la única lacra de esta sociedad posmoderna, biotopo de una biocenosis cada vez más maníaca. En esta democracia carente de valores, de pensamiento débil y voluntad flácida, en que, como decían nuestros abuelos griegos, la demagogia se convierte en la antesala de la tiranía, hay muchas más muestras de desprecio al orden moral y natural. Linces no sabemos si quedarán entre las ruinas de la nación española, pero de lo que tenemos gran abundancia es de jóvenes alcohólicos. Un 43% de los jóvenes españoles consumen alcohol en exceso. Somos récord mundial, sólo superado por Bulgaria. Como dice el doctor Ferrer, «el niño no es un adulto pequeñito». En consecuencia, alguien tiene que ponerle límites. Y si no la familia, también en rareza y variabilidad taxonómica cada vez mayores, deberá ser la autoridad quien los ponga para proteger el bien superior de la vida y la salud amenazada de las nuevas generaciones. Si esto sigue así, el nuevo equilibrio del sistema se va a hacer a costa de una generación de españolitos, valiosos aunque no sean linces.