Los cien mil hijos de la infamia

ALFONSO DE LA VEGA

OPINIÓN

EL EJERCITO FRANCÉS ENTRA EN MADRID Pasado mes y medio de la entrada en España de las tropas del duque de Angulema, los Cien Mil Hijos de San Luis alcanzaban Madrid. Los franceses habían acudido en ayuda de Fernando VII, que los había reclamado para poner fin al trienio liberal y recuperar el poder absoluto.

23 may 2006 . Actualizado a las 07:00 h.

Fue Max Aub quien me permitió la primera lectura del texto del tratado secreto de Verona firmado en 1822 por Austria, Prusia, Rusia y Francia, nuestra siempre amiga Francia, que puso la base internacional a partir del 7 de abril de 1823 para la invasión militar de los llamados Cien Mil Hijos de San Luis al mando de Luis Antonio de Borbón, duque de Angulema, y que acabó con el trienio constitucional español tras reponer en el trono absoluto a Fernando VII y perpetrar el vil asesinato del general Riego: «Las altas partes contratantes, plenamente convencidas de que el sistema de gobierno representativo es tan incompatible con el principio monárquico como la máxima de la soberanía del pueblo es opuesta al principio del derecho divino, se obligan del modo más solemne a emplear todos los medios para destruir el sistema representativo donde quiera que exista [...]. Como no puede ponerse en duda que la libertad de imprenta es el medio más eficaz que emplean los pretendidos defensores de los derechos de las naciones para perjudicar al de los príncipes, las altas partes contratantes prometen adoptar todas las medidas para suprimirla [...]. Estando persuadidos de que los principios religiosos son los que pueden todavía contribuir más poderosamente a conservar las naciones en el estado de obediencia pasiva que deben a sus príncipes, las altas partes declaran que su intención es la de sostener cada una en sus Estados las disposiciones que el clero por su propio interés esté autorizado a poner en ejecución [...] y todas juntas ofrecen su reconocimiento al Papa, por la parte que ha tomado ya relativamente en este asunto, solicitando su constante cooperación con el fin de avasallar las naciones...». George Canning, de acuerdo con el Duque de Wellington, el hispanófilo héroe de la decisiva batalla de los Arapiles, trató de disuadir a Chateaubriand, el firmante por Francia del ominoso tratado, de la intervención armada contra los liberales españoles: «Una guerra para modificar una constitución política, verdaderamente no la comprendo». Pero fracasó la mediación inglesa. Y se produjo la intervención militar internacional contra la constitución liberal de 1812, símbolo de las libertades europeas de la época, para reponer al rey felón en el trono absoluto, cosa lograda por los invasores el 20 de septiembre. Monarquía y religión absolutas. Entendidas como un escarmiento no sólo para España sino para las esperanzas liberales de todo el continente europeo. Y una desgracia que inauguró la llamada década absolutista de Fernando VII. Preludio de otros desastres posteriores que habrían de ensangrentar a España y perjudicar su progreso moral y material. Si infame fue la intervención militar extranjera, peor fue el ensañamiento y posterior sacrificio del general Rafael del Riego. Un remedo de los rituales simbólicos masónicos de la muerte del maestro a manos de los malvados compañeros. Y una enseñanza de que, a veces, las formas superiores de civilización pueden ser derrotadas temporalmente por la violencia. Mas ahora, por fortuna, pese a todo, y gracias al sacrificio de muchos de nuestros antepasados, la Europa actual no está recorrida ni por los fantasmas del absolutismo estamental ni por los del comunismo. Aunque hay otras formas modernas de opresión o despotismo, y permanecen para la humanidad las amenazas del fanatismo, la ambición, la hipocresía o la ignorancia, cabe felicitarse porque se hayan añadido al bastión clásico de la libertad constituido por la civilización anglosajona otras fuerzas antes opuestas. Así, el cristianismo oficial institucionalizado, cuya apuesta por la paz y la libertad se muestran ahora sinceras y en cuyo nombre esperamos que no podrán ya justificarse más crímenes ni avasallamientos.