OLLANTA HUMALA, el Evo Morales peruano, ya se ha rendido a la evidencia: Alan García ganó las elecciones del domingo, que le permiten retornar a la presidencia de Perú. Pero le faltó un detalle: no aclaró que el perdedor no fue él sino su referente bolivariano, Hugo Chávez Frías, que aspiraba -y seguirá aspirando cuando le pase el berrinche- a ser coronado zar del Caribe y América del Sur. Ese ha sido el veredicto implacable de las urnas, a pesar de la grosera manipulación que de la jornada electoral hizo VTV, el canal oficialista de la televisión venezolana. A los peruanos se les planteaba un difícil dilema: tenían que elegir entre un Alan García candidato de una izquierda moderada y un Humala, de origen claramente fascistoide, fabricado a la medida de los delirios de grandeza del presidente venezolano. Vista la alternativa, optaron por lo malo conocido, por el líder aprista que juró y perjuró que ya no es el «caballo loco» que dejó al país al borde del abismo y en manos del inefable Fujimori, tras su primer mandato entre los años 1985 y 1990. ¿Será verdad? Los expertos aseguran que la victoria de García supone un rechazo al populismo autoritario y seudoizquierdista de Chávez. Hasta la banca internacional, a la que Alan García dejó de pagar la deuda externa en su anterior mandato, da por bueno su retorno al poder. ¿Cumplirá el padrino de Humala su amenaza de romper relaciones diplomáticas con Perú?