¡Vaya tropa!

EDUARDO CHAMORRO

OPINIÓN

04 dic 2006 . Actualizado a las 06:00 h.

LOS POLÍTICOS no siempre saben de qué hablan ni a quiénes se dirigen, aunque a veces lo saben perfectamente y prefieren no dar a entender que saben a quiénes se refieren. Los políticos son muy listos, y todo lo que saben de Diego y de digo no es nada comparado con lo que están dispuestos a no decir. Son diestros en el arte de guardarse las cosas para sí mismos; unos auténticos maestros en la ciencia de distinguir a quienes son un poco como ellos (iguales a sí mismos) de quienes son demasiado como ellos o demasiado poco. Su encanto consiste en saber ser un poco como todo el mundo, y no ser como lo que nadie quiere o querría ser. Esto puede parecer confuso, pero es que hay que estudiar mucho para ser político, a menos que se sea como Llamazares y, entonces, da lo mismo estudiar que no estudiar (puede que incluso resulte mucho más aconsejable esto último). Eso en cuanto al encanto y los estudios. Luego hay que tener un cierto talento escénico y algo parecido a lo que se llamaba vis cómica, y que puede tener que ver con la facilidad para agarrar ciertas moscas por el rabo, y soltar otras. Es lo que hizo el otro día Mariano Rajoy al presentar la biografía de la presidenta de la Comunidad de Madrid, en la que Esperanza Aguirre pone como chupa de dómine -como un trapo, a caer de un burro, como no digan dueñas- a su conmilitón, Gallardón, alcalde de la misma villa y corte. La cosa tenía cierto aire de Solo ante el peligro y El árbol del ahorcado y El exorcista y El mensajero del miedo, es decir que era un acontecimiento muy peliculero, pues aunque Gallardón tenga un aire más bien de música de cámara y de arte deconstructivista, Esperanza Aguirre goza de moverse entre la Campanilla de Peter Pan y la Antoñita la Fantástica de sí misma. Un espectáculo, así pues, tan sumamente madrileño como para que Rajoy se tragara no ya un sapo, sino todo un dragón de aguas turbias y clandestinas como son los arroyos madrileños de toda la vida -si lo sabré yo, nacido en Hortaleza, 18, a un tiro de piedra de Chicote (mucho vicio)-. Rajoy resolvió echando al espectáculo un sabor a Rías Baixas, una flema entre Pontevedra y O Grove (de donde también sé algo) y optó por mencionar al conde de Romanones, gran actor del escenario del mundo que solía ser Madrid, quien al ver pasar a todos cuantos le habían prometido su voto a la Academia, para dárselo a otro, les señaló con el dedo y les dijo: «¡Vaya tropa!». Aunque Rajoy lo repitió con un sentido premonitorio que, más allá de la villa y corte, alcanzaba hasta Telde en las Canarias y Andraitx en las Baleares. Unos se lo llevan crudo y otros lo van teniendo.