Que la energía ni se crea ni se destruye es un principio de la física que ha servido para entender mucho de lo que nos rodea y por eso está muy asumido en nuestra sociedad. Quizá por eso se intenta trasladar al campo económico: «Tiene que haber el mismo dinero ahora que antes, si la gente de a pie no lo tiene, alguien lo tendrá». Eso no es correcto, porque la cantidad de riqueza cambia con el tiempo. Pero eso no es importante. Lo que sí es correcto es que el mundo iría mejor si el reparto de la riqueza fuese más homogéneo y, en cierto modo, el grado de homogeneidad de ese reparto se podría considerar una medida de la salud de la sociedad. Ante bajadas bruscas de esa homogeneidad, casi todos reaccionamos igual individualmente. Pero eso tampoco es importante. Sí lo es que, en una sociedad tan interconectada como la nuestra, se puede llegar a un comportamiento colectivo revolucionario, análogo a la conversión del hielo en agua al subir la temperatura. Ese tipo de respuestas bruscas, tanto la del hielo como la de la sociedad, también las explica la física. Ténganlo en cuenta los poderosos que se sustentan sobre nosotros.