L a última década del PSOE ha sido pródiga para los politólogos, historiadores, sociólogos, psicólogos y otros hermeneutas de la realidad individual o global. Lo que pareció un gran éxito se ha convertido en hundimiento. Lo que se aupó entre vítores, cejas cómplices de la cultura, masivo apoyo electoral, devino en naufragio. Y todo por perder la perspectiva
Es esta característica tan novelesca la que ha faltado al PSOE. De no haber sido así, nunca consentirían que se prolongase el algoritmo zapaterista. Pero consintieron. Y consintieron porque ganaron contra pronóstico en el 2004. Porque la mentira -ocultación de la crisis- y la pésima oposición entonces del PP los llevó al triunfo. Consintieron, en definitiva, porque uno puede recuperarse de un fracaso, pero cuesta mucho más recuperarse de un clamoroso éxito.
Fue eso lo que le sucedió al PSOE de Zapatero: confundió el éxito con la viabilidad de unos ideólogos hueros y de un líder de escasas lecturas. Confundió y se confundió. Hicieron de José Blanco un estratega político, de Pajín y Aído y Sinde et alii un ministerio, de la alianza de civilizaciones una doctrina, de la demagogia una virtud, de la ineficacia una contumaz evidencia... y podría seguir hasta rematar esta columna. Pero no quiero, el objetivo de la misma no es solo trazar la matemática del socialismo reciente, sino señalar su prosecución en dos candidatos: Carme Chacón y Pérez Rubalcaba. Opino que el socialismo precisa otra candidatura. Chacón y Rubalcaba son parte de ese pretérito: ministros de Zapatero y, por lo tanto, ejecutores de su política mendaz y cortoplacista. Hace meses Chacón y el PSOE tuvieron su oportunidad: no ganarían, pero no perderían tanto. Era mejor candidata que Rubalcaba, a quien yo debo ser el único que nunca ha observado como político de gran talla. Me pasa lo mismo con Mouriño: creo que es un entrenador flojito e indecoroso. Cómo es posible que el PSOE pueda perseverar en la equivocación de dar continuidad al zapaterismo. Me asombra. No basta la indignación de cuatro millones de personas que dejaron de votarlos. No basta la colosal derrota de Rubalcaba y Chacón (ver resultados en Cataluña). El apparatchik socialista -geómetras del error- sigue elaborando su particular algoritmo.