Milito en la creencia de que, para el mejor gobierno de una España democrática, es necesario que el PP y el PSOE gocen de una buena salud política y estén en condiciones de garantizar la alternancia cuando los ciudadanos así lo decidan. Por esto veo con preocupación el flojísimo debate entre los dos candidatos socialistas para hacerse con los mandos del PSOE y el manifiesto descaro oportunista de algunos de sus seguidores.
Me parece coherente y acertada la propuesta de Rubalcaba de retornar a las fórmulas socialdemócratas de crecimiento y redistribución, para intentar recuperar y conciliar el apoyo de las clases medias y el de la izquierda pragmática. Creo que es su mensaje más claro y edificante, aunque, a mi ver, insuficiente. Pero desde luego es más claro y edificante que la sarta de vaguedades pseudorrenovadoras y pseudorrefundadoras que lanza Carme Chacón (ahora Carmen de España), sin desvelar ni una pizca de su supuesto programa para luchar contra la crisis, desde la oposición o desde el Gobierno. Con esta subterránea altura de miras concurren ambos a la cita por encabezar el PSOE.
Lo que quizá resulta más indicativo y revelador son los nombres que figuran detrás de cada uno de ellos. Creo que por ahí se puede guiar uno con más luz. Al lado de Rubalcaba hay muchos veteranos del PSOE, felipistas y también zapateristas, junto con cuadros jóvenes deseosos de recuperar la confianza de los ciudadanos. En torno a Carme Chacón, la heterogeneidad es mayor y, para mostrarlo, quizá baste con citar algunos nombres: López Aguilar, Leire Pajín, Caamaño, Zerolo, Borrell, etcétera. ¿Qué los une? Sería injusto dar una respuesta única, pero cada lector sabrá formular la suya conforme a su leal saber y entender. En el no-programa de la ahora candidata, ya desmarcada de Zapatero, cabe casi todo, al menos mientras siga sin concretar nada.
¿Puede salir algo bueno de todo esto? Deseo que sí, porque necesitamos una oposición seria, práctica y realista. Rubalcaba ha entendido esto mucho mejor que Chacón, la cual, en su afán de ganar apoyos, se ha perdido en una amalgama de etéreas sutilezas (frases y llamamientos de patio de colegio). Por eso yo, que no tengo voto, me inclino por el cántabro.