Soplan malos vientos para la llama olímpica. Roma no llegará a su destino como próxima candidata para organizar unos Juegos porque Italia ha renunciado al derroche que supone esta carrera. Madrid se empecina en luchar contra los elementos, como si se empeñara en reeditar a sabiendas el desastre de la Armada Invencible o como si el comité organizador se creyera obligado a jugar el papel de la orquesta del Titanic. Londres 2012 navega con brío, firme pese al temporal de la crisis (seguramente porque la City funciona como un enorme ojo del huracán). Pero recibe mordiscos que hacen supurar la hipocresía del llamado espíritu olímpico. Arabia Saudí, fiel a sus costumbres, deja de nuevo fuera a las mujeres. Pero la discriminación femenina no ha provocado una reacción similar al veto deportivo que se impuso en su día a Sudáfrica debido al apartheid. Cuando se miden los derechos humanos se aplican sistemas métricos distintos a conveniencia. Metros para unos Estados. Yardas para otros. Sucede con países como Arabia Saudí y Catar. Londres 2012 también ha tenido que capear la polémica de uno de sus patrocinadores, Dow Chemicals. La India ha mostrado su rechazo hacia esta empresa. Una fuga de gases venenosos procedente de una fábrica de esta firma causó la muerte de miles de personas en Bhopal en 1984. La zona afectada se convirtió en un inmenso cementerio y la herida todavía duele, ya que sus habitantes consideran que no se ha hecho justicia. No parece que el eco de las protestas deje huella en el Comité Olímpico Internacional. Quieren que la ruleta siga girando, bien engrasada por euros, dólares y petrodólares. ¡Hagan Juegos!