La mayor perversión del ideal democrático es la manipulación que hacen las dictaduras del principio del gobierno del pueblo y para el pueblo mediante las elecciones. ¿De qué sirve el derecho al voto si solo pueden ser candidatos aquellas personas escogidas por el régimen? Los comicios que han tenido lugar el pasado viernes en Irán son buena prueba del creciente control de la oligarquía religiosa sobre todos los ámbitos sociales y el carpetazo dado a los tímidos intentos aperturistas de Jatami de 1997 al 2005.
De los 3.000 candidatos que se presentaron, más de un tercio fueron eliminados por la Comisión Electoral por no considerarlos aptos, es decir, por ser reformistas. Ello por no mencionar que sus principales líderes están encarcelados o en arresto domiciliario. El resultado ha sido que las opciones de los ciudadanos se limitaban a un conservador frente a otro.
Aunque Mahmud Ahmadineyad fue una apuesta de Jamenei para reforzar a aquellos que hicieron la revolución de 1979 frente a los reformistas que apoyaron a Jatami, el pupilo resultó ser demasiado ambicioso. Ahmadineyad no puede optar a un tercer mandato, pero su deseo de seguir ejerciendo el poder puede tener los días contados tras el revés electoral que supone el inicio de la nueva era Larayani, en la práctica igual de conservador pero más conciliador en sus maneras.