Mal futuro se presenta para Iñaki Urdangarin. Sus cosas caminan hacia peor. Todo parece indicar que de la instrucción del procedimiento judicial que se le sigue en Palma de Mallorca se dibujan no menos de cuatro delitos presumiblemente cometidos por él, sin poder descartarse nuevas imputaciones. E incluso más allá de un delito de fraude a la Administración, prevaricación, falsedad documental y malversación de caudales públicos, lo que se constata, y ahí está lo grave, es que dedicaba su vida a ganar dinero fácil utilizando su relación con su familia política, sin que se vean visos de que llevase adelante su actividad profesional por las reglas a las que el resto de los ciudadanos estamos sometidos.
Tal comportamiento supone, de forma inevitable, el que haya pasado de ser el hijo político preferido por todas las madres a un villano con cara angelical. Y en eso quizás esté el verdadero descubrimiento. Mantiene una actitud con la que busca salvarse individualmente, sin ningún tipo de reflexión que nos permita pensar en su arrepentimiento. El que, en definitiva, confiese lo hecho. Y que además lo haga de manera rápida pues, como el juez instructor sostuvo, su empecinamiento en sacarse el problema de encima podría salpicar a su cónyuge, que dicho sea de paso pertenecía a la junta directiva del Instituto Nóos y poseía un 50 % de la sociedad patrimonial Aizoom. Sociedades ambas desde las que manejaba sus actividades.
Pero no solo carece de la gallardía que por su condición familiar debería tener sino que se constata que se defiende con verdades estólidas, permitidas por su inculpación, pero que no por ello dejan de ser absurdas y carentes de razonabilidad. Sostener que todo es obra de su socio y que él recibía dinero porque sí, sin enterarse, obviando sus lazos familiares y la influencia que ello le suponía, hace que, como dijo Cayo Lara, sea un auténtico caballo de Troya para la monarquía.
Al duque de Palma se le nubla el horizonte. Su prisa por hacerse rico saltando todos los modelos y cauces legales hace pensar que un día creyó que él, por su condición matrimonial, era irresponsable en materia penal. Hasta hoy el duque ha sido incapaz de aceptar que el factótum de la trama era él y no un innominado socio al que nadie conocía.
Siempre he oído que un yerno listo, que colma las aspiraciones de cualquier madre para sus hijas, representa un peligro que puede arruinar a cualquier familia. Iñaki, que va camino de querer convertirse en mártir, no se escapa de la posibilidad. Y mientras tanto, como todos los que esperan juicio, paseándose por la lejana capital de Estados Unidos.