D ice un psiquiatra madrileño: «Si te pisan un pie la culpa es tuya». Y esta opinión, que comparto, la oigo resonar en las declaraciones atribuidas a Felipe Marichalar Borbón tras haberse disparado él mismo en el pie derecho con una escopeta de caza.
Al parecer, el hijo de la infanta Elena y de Jaime de Marichalar ha dicho: «El abuelo se va a enfadar mucho; es mi culpa, mi padre nada tiene que ver». Le honra al nieto del rey decir que es su culpa, aunque esta palabra está tan cargada de historia sagrada -remite incluso al paraíso de Adán y Eva- que sería bueno que tuviéramos en castellano algún sinónimo laico que la sustituyera en nuestro lenguaje.
Podríamos decir: «Es mi responsabilidad». Pero es una palabra demasiado culta y larga, salvo que la abreviemos en el juvenil es «mi respon» que remite, fúnebremente, a es «mi responso».
Se ve también que Felipe Juan Froilán es un buen hijo porque exculpa a su padre, en cuya finca soriana él sufrió el grave accidente. Pero, por ser Felipe un niño de trece años y, por tanto, tener prohibido por ley el uso de armas, la Guardia Civil va a citar a declarar a su padre por el disparo.
Y del enfado del rey, ¿qué decir? Al rey, que se acaba de romper la cadera cazando elefantes en Botsuana para mayor deterioro de la imagen de la monarquía española, este disparo le habrá recordado aquel día negro de 1956 en el que, a los 18 años y en su residencia de Portugal, mató accidentalmente con una pistola a su hermano Alfonso de Borbón, cuatro años menor que él.
Ya ha declarado, con sensatez, la defensora del pueblo, María Luisa Cava de Llano, que las escopetas no son para los niños.