L a izquierda se ha pasado la historia, su historia, debatiéndose infructuosamente entre el «otium» y el «tripalium». Como el primer étimo es cuasi homófono de ocio -no precisa mayor explicación- paso a murmurarles la semántica del segundo: era un instrumento de tortura formado por tres (tri) palos (palium). De ahí deriva la voz trabajo. Hemos pasado del trabajo como tortura al trabajo como imperativo. Es lo que tienen las sociedades de consumo, el capitalismo globalizado: la extensión por todo el orbe del concepto producción como nexo común entre culturas.
Ahora la izquierda está en otra cosa. Ya no cita a Paul Lafargue y su utópico ensayo: El derecho a la pereza. Yo lo he revisado estos días para congratularme con su prosa, no con sus contenidos. También he repasado Del paro al ocio, de Luis Racionero, un texto de 1983 muy citado por la izquierda hasta que borraron a Racionero de la misma: y todo por reprochar a Felipe González el AVE a Sevilla antes que a Barcelona (así es la izquierda: «el que se mueve no sale en la foto», dice Racionero).
La clave era para los lafarguistas, el ocio. Después fue el trabajo, para los marxistas del siglo XX; y ahora, como el marxismo solo existe en la palestina del diputado Gordillo y su taifa andaluza, semeja que el extravío de los autodenominados progresistas propende al esperpento.
Uno ignora cuáles son los fundamentos del pensamiento socialista, fracasadas todas sus políticas y, con ellas, el modelo keynesiano con el que nos pretenden hacer comulgar. Y, al hilo del keynesianismo, me pregunto si el Plan E de Zapatero respondía a los presupuestos de Keynes o era propio de la nueva consejera de Abertis, doña Elena Salgado, mejor no saberlo. En todo caso, me queda felicitar al anterior desgobierno por su brillante idea, que nos costó miles de millones de euros y ningún efecto positivo.
Lo cierto es que vivimos, actualmente, en la constante condena de las políticas europeas. Parece que ahorrar se ha vuelto pernicioso. Pero es que si no ahorramos, no crecemos.
El dato de paro del viernes es demoledor. Y aún así yo confío en el precepto de las familias humildes, como la mía: ahorrar primero, progresar después. La primera parte del sintagma se cumple, deseo con fervor que también se cumpla la segunda: porque solo con crecimiento se creará empleo.
Entre tanto, afirmo que la sociedad del ocio ha fracasado. Y con ella, la sociedad frívola que empezó a gestarse en el felipismo y de la que sufrimos, aún, las consecuencias. ¿Han contemplado la Feria de Abril sevillana?... y andan en el 32 % de paro. ¿Y los 35 millones con los que incrementa Valencia su fórmula 1?... y privatizan los hospitales públicos. ¿Y el Senado, y la Administración paralela, y los miniayuntamientos, y el dispendio en obras inútiles? Solo queda el desaliento.