Pedir perdón

Ricardo García Mira LÍNEA ABIERTA

OPINIÓN

23 jul 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Desde que hace tres meses el rey Juan Carlos pedía perdón a los ciudadanos por su viaje de caza a Botsuana, hemos asistido a la petición de perdón por parte de varios dirigentes, exdirigentes y representantes de los ciudadanos. Novagalicia implora el perdón de sus clientes y muestra su intención de no recurrir las sentencias desfavorables de las preferentes sobre el trato abusivo recibido por sus clientes. Hace dos semanas, José Luis Álvarez, Txelis, exjefe de ETA, a través de una carta leída por mi colega el profesor Sabino Ayestarán durante un seminario de la UIMP, pedía perdón a las víctimas del terrorismo «de corazón y con hondura de reflexión autocrítica». El martes, la diputada del PP Andrea Fabra pedía perdón y mostraba su arrepentimiento por su «inapropiada» expresión dirigida a la Cámara baja (y al pueblo en ella representado), mientras se aprobaban las medidas más graves de esta ya imparable crisis.

El perdón es un proceso, una estrategia psicológica de afrontamiento que exhibe la culpa del que lo pide por el daño infligido y, sin duda, es un primer paso para la reparación del daño. Es humano y honesto ante el que lo pide y ante los ciudadanos, pero para que sea efectivo debe ser libre y sincero, y no forzado por presiones, ya que perdería su fuerza reparadora. No perdonar puede llegar a ser hasta positivo en los casos en que perdonar podría resultar dañino, al revictimizar a aquellas personas que como las víctimas del terrorismo, los que vieron esfumarse sus ahorros en engañosas argucias financieras, o los que ven reducidos sus ingresos, permanecen ahora en situación de vulnerabilidad. El perdón por una ofensa de poca consideración puede aliviar el sufrimiento, pero puede exacerbarlo cuando el contexto es opresivo o cuando la situación en la que se produce el daño resulta tan incomprensible que llega a interpretarse como una agresión. Aunque el perdón puede ser un paso hacia la reconciliación, no perdonar puede llegar a ser tanto o más liberador.