Conocida es la devoción que algunos dispensamos a Esperanza Aguirre. La presidenta madrileña es una de esas lideresas que, como diría Mariano, llama a las cosas por su nombre. Al pan, pan y al vino, vino. Y eso es de agradecer.
Acaba de dejarnos doña Espe una reflexión de esas que pasarán a la historia del pensamiento mundial. «Se tienen que eliminar los subsidios, las subvenciones y las mamandurrias». Así de clara y de contundente. Dicho de otra manera. Se acabó la fiesta.
Si hubiéramos hecho caso a los consejos de la lideresa madrileña nunca habríamos llegado a esta situación. Si nos hubiésemos fiado por lo que ella siempre nos dijo, a estas alturas nuestro porvenir sería otro. Desde aquella ardua campaña de insumisión contra la subida del IVA, Aguirre ha venido dando ejemplo y muestra de cordura y raciocinio.
Telemadrid está en quiebra. La capital española se ha empeñado en organizar unos juegos olímpicos que nos están dejando sin blanca. En la ciudad se construyen las emes 20, 30, 60 y 125. Las que hagan falta. Se amplían los aeropuertos, se despilfarra en jardines y protocolos. Se organizan jornadas de la juventud y juergas permanentes. Se levantan aceras y plazas. Y doña Espe, que no tiene nada que ver en todo esto, nos habla de eliminar mamandurrias. No es que no sepa lo que dice. Es que esta señora es la cosa más divertida que hay.